sábado, 28 de agosto de 2010

Lo políticamente correcto: instinto de supervivencia, seguidismo intelectual, emulación mal entendida, izquierdismo pavloviano, etc.

Políticamente correcto

Por: César Hildebrandt (Periodista)

Lo políticamente correcto es una combinación de instinto de supervivencia, seguidismo intelectual, emulación mal entendida, izquierdismo pavloviano, tendencia a la manada, hipocresía limeña, apego a los dogmas del populismo en todas sus variantes, paternalismo disfrazado de indulgencia, inercia setentera y oenegismo con casa matriz en Holanda y cuenta en un banco panameño.

Lo políticamente correcto, por ejemplo, es decir que Hilaria Supa es una estupenda presidenta de la Comisión de Educación y que todos los que han objetado ese nombramiento son una sarta de fascistas o fujimoristas.

Pero no nos dejemos avasallar por los propietarios de lo "políticamente correcto".

Para mí, que nada tengo de fascista ni de fujimorista, el nombramiento de la señora Hilaria Supa en la cima de la Comisión de Educación equivale a decir que Mirko Lauer ha sido nombrado presidente de AIDESEP. O que PPK encabeza la organización Francisco Congo. O que Susana Villarán es directora del Instituto Peruano de Energía Nuclear.

Porque la señora Supa es una muy respetable quechuahablante y una respetabilísima y pública chacchadora de coca, heredera de los dueños originales de estas comarcas, tatatatataranieta de Guamán Poma y locuaz en esa lengua que, para nuestra vergüenza, los limeños no conocemos pero que debimos aprender. Todos esos méritos, no obstante, no alcanzan para que el destino de la Comisión de Educación le sea obsequiado por el señor Humala.

Porque resulta que el artículo 48 de la constitución vigente dice a la letra: "Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley".

Hasta donde sabemos, las pocas cosas buenas y las muchas estupideces que se dicen en el Congreso se dicen en castellano porque en ese recinto "no predomina" la lengua franca del Tahuantinsuyo.

De modo que en el Congreso, por más que Werner Cabrera se esmere, la lengua oficial es el castellano. Y la señora Supa, por razones ajenas a su voluntad y que tienen que ver con la viejísima discriminación que los quechuahablantes han padecido, ni habla ni escribe el castellano con un mínimo de competencia. Eso, por supuesto, debería avergonzar sólo a aquellos que han permitido que señoras como Hilaria Supa sufran el destierro lingüístico y la brutal exclusión social que eso supone.

Pero nombrarla presidenta de la Comisión de Educación es una manera equivocada, perversa y hasta irónica de entender la inclusión. Porque las propuestas y documentos que salgan de esa comisión se redactarán en el idioma que la señora Supa habla con dificultad y escribe con sufrimiento. Porque la educación peruana está en una severa crisis y lo que se espera de dicha comisión son propuestas especializadas y medidas urgentes que eleven el nivel de los profesores, actualicen los programas de enseñanza, modernicen la infraestructura y contribuyan a crear una masa crítica de formación humanista. Y porque, además, el Perú no se hace más igualitario con la señora Supa presidiendo la Comisión de Educación. Se hará más igualitario evitando que los hijos y los nietos de la señora Supa padezcan lo que ella ha tenido que padecer.

Hay, sin embargo, una progresía huachafa que gusta de la lástima y la condescendencia. Esa es la tribu que ha estallado en aplausos con el nombramiento de la señora Supa. Son los mismos que, en muchos casos, tienen personal de servicio mal pagado y peor tratado venido de las tierras donde el quechua es predominante. Son los mismos que tienen a sus hijos en colegios donde el inglés (o el francés) son las lenguas de enseñanza. Son los mismos hipócritas que jamás se sintieron prójimos sino "padres tutelares" de las comunidades serranas. Son los mismos a quienes les importa un pepino que la educación pública se siga degradando porque ni ellos ni sus hijos la han necesitado.

Nombrar a la señora Supa en el cargo que hoy ostenta es una manera sibilina de no honrar la memoria de Garcilaso de la Vega, cuyo esfuerzo le permitió ser quechuahablante originario y prodigioso escritor en castellano. Es una manera de recordar mal a José María Arguedas, quechuahablante ancestral y maravilloso escritor en castellano. Y es un insulto a Kilku Waraka, seudónimo del poeta cusqueño Andrés Alencastre, que, con dominio pleno del castellano, decidió, orgullosamente, escribir casi toda su obra en quechua.

Nivelar hacia abajo es una vieja utopía invertida de mediocres y resentidos. Y la verdad es que lo que se suele llamar "políticamente correcto" resulta muchas veces vomitivo.

Fuente: Semanario "Hildebrandt en sus trece". 20 de agosto de 2010.

Recomendado:

Hilaria Supa en Educación. Leon Trahtemberg.

domingo, 8 de agosto de 2010

La construcción de la Nación y el monopolio del patriotismo.

La república tutelada

Por: Nelson Manrique (Historiador y sociólogo)

La discusión sobre el desfile de Fiestas Patrias debiera revisar cómo se construye la historia patria y la relación entre civiles y militares. Tradicionalmente, el desfile militar –y su réplica escolar, el desfile militarizado de los estudiantes– constituye el núcleo de la celebración de nuestras Fiestas Patrias. Pero no existe ninguna razón por la que deba identificarse la Nación con sus institutos militares y a estos como los tenedores monopólicos del patriotismo. Que así suceda es una consecuencia del peso del militarismo en el Perú.

Basta revisar la historia para constatarlo: a lo largo de todo el siglo XIX sólo tuvimos dos presidentes civiles: Manuel Pardo en 1872 (que se pasó sus 4 años de gobierno debelando intentos de golpe militar) y Nicolás de Piérola en 1895, que llegó al poder gracias a una guerra civil. En el siglo XX estuvimos bastante más tiempo bajo el gobierno de militares y de regímenes cívico-militares que de gobiernos civiles. Un detalle que ayuda a entender nuestra derrota en la guerra con Chile es que mientras que entre 1821 y 1872 el Perú fue gobernado exclusivamente por militares Chile vivió hasta la guerra bajo gobiernos constitucionales, sin un solo golpe militar.

La Independencia del Perú sólo pudo conseguirse gracias a la intervención de dos ejércitos extranjeros, dirigidos por San Martín y Bolívar, respectivamente. Los peruanos que participaron lo hicieron o incorporándose en uno de estos ejércitos foráneos (se les sentía tan extranjeros que en 1826 se hizo una insurrección para obligar a las tropas de Bolívar a irse del país) o formando destacamentos irregulares, como las guerrillas de la sierra central. Pero nuestras conmemoraciones patrias presentan la Independencia como un logro de las fuerzas armadas peruanas, mientras que se excluye a las guerrillas y sus integrantes de la memoria oficial.

Revisemos la conmemoración patria de la mayor potencia militar del mundo: los Estados Unidos. Las fuerzas armadas de los EEUU han ganado dos guerras mundiales y son el más grande poder militar de la historia de la humanidad. Pero allí a nadie se le ocurriría celebrar su día nacional con un desfile militar. Para los norteamericanos la conmemoración del 4 de julio tiene el sentido de una gran fiesta popular, con representaciones festivas que recrean episodios históricos de la guerra de la Independencia, en las que marchan hermanados los soldados junto con los guerrilleros que realizaron esa gesta. Se trata, ante todo, de la reafirmación de la idea de que la construcción de la Nación es una tarea de todos y que los militares no tienen el monopolio del patriotismo. Por algo desde la Segunda Guerra Mundial no ha habido un solo golpe militar en los países desarrollados. Huelgan las comparaciones. No hay pues razones históricas que justifiquen el papel que se otorga en el Perú a lo militar en la conmemoración de la fiesta nacional.

La razón que subyace a esta manera de representarse el patriotismo es la pretensión de que las FFAA son “instituciones tutelares de la Patria”, una fórmula repetida una y mil veces en los discursos oficiales. Este discurso fue muy útil para utilizar a los militares para mantener apartados del poder al APRA y el PC, cumpliendo el papel de “perro guardián de la oligarquía”, según recordó Juan Velasco Alvarado en un discurso.

Tutela, de acuerdo al Diccionario de la RAE, es la autoridad que se confiere a alguien “para cuidar de la persona y los bienes de aquel que, por minoría de edad o por otra causa, no tiene completa capacidad civil”. A ese nivel de minusvalía se reduce a la Patria en este discurso patriotero. Y si ya es disparatado pretender que la Patria debe ser tutelada lo es aún más pretender que son las FFAA las llamadas a ejercer una tutela sobre la institución política por excelencia, cuando, de acuerdo a la Constitución, ellas son una institución apolítica (Art. 169°).

Una relación saludable entre civiles y militares sólo es posible allí donde el poder militar se subordina al poder civil, como manda la Constitución. Lo demás es tener espíritu de rabonas.

Fuente: Diario La República. Mar, 20/07/2010