domingo, 12 de septiembre de 2010

La Aristocracia y su crítica al Antiguo Régimen.

En el salón de Madame Geoffrin en 1755, 1812. Château de Malmaison, Rueil-Malmaison, Francia.
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La pobreza de los ricos

Por: Ricardo Vásquez Kunze

Una tormenta se ha desatado esta última semana sobre los ricos de Lima. Sobre las grandes familias de apellido y de dinero y sobre sus hijos y nietos que estudian en las más caras universidades de la capital. Su pecado: simpatizar alegremente y pronunciar su voto municipal a favor de Susana Villarán, la candidata de Fuerza Social y su plataforma electoral del Movimiento Nueva Izquierda, el Partido Comunista Patria Roja y el Movimiento Tierra y Libertad.

La explicación que se ha dado a este fenómeno es, entre otros, cultural. Mi querido amigo Aldo Mariátegui, al que aprecio y respeto porque es de los pocos en el país con el que se puede tener una conversación interesante, sostiene la tesis de que es, precisamente, la falta de cultura de los ricos de estos tiempos la que ha llevado al sector AB a abrazar la causa de la señora Villarán. Las universidades de élite, sostiene Aldo, han cometido el grave error de formar técnicos expertos en materias específicas que redituarán mucho dinero para quienes las ejerzan profesionalmente, pero que más allá del “debe y el haber” no hay absolutamente nada. Por lo tanto, los universitarios de esos sectores pudientes no saben ni en qué mundo viven, ni de qué mundo vinieron ni a qué mundo irán. Y tiene toda la razón en esto último.

Sin embargo, en lo que no tiene razón es en creer que si los ricos de hoy tuvieran cultura, no votarían en contra de sus propios intereses, en este caso, por la señora Villarán y sus aliados. La historia, me temo mi querido Aldo, es categórica. No hay más que ver cómo la aristocracia más cultivada de su tiempo, se reunía en el siglo XVIII en el célebre Salón de Madame Geoffrin, presidido por el busto de Voltaire, para leer las últimas “nouvelles” de la Ilustración, en donde se hacía sátira y escarnio del Antiguo Régimen al que ellos mismos pertenecían.

Los miércoles de cada semana, madame Geoffrin ofrecía sus famosos “diners” para los “hombres de letras”, así se llamaba entonces a los intelectuales. En un famoso cuadro que se exhibe en Versalles, podemos ver cómo intercambiaban corteses ideas la célebre actriz madmoiselle Clairon, mientras Rousseau, el azote de los reyes, se entretenía con el músico Rameau, interpelados por el duque de Choiseul, ministro de Relaciones Exteriores, de Guerra y de Marina de Luis XV. También puede verse al futuro ministro de finanzas, barón de Laune Turgot, departiendo con el economista Quesnay, secundados a su vez por el gran naturalista Buffon y madmoiselle de Lespinasse, que también tenía otro famoso salón. Finalmente, D’Alambert, el padre de la Enciclopedia, financiada por la marquesa de Pompadour, la favorita del rey, aplaudía.

Ricos y cultura debajo de las pelucas empolvadas prendiendo la mecha con la que iban a hacer saltar, unos años después, su propio mundo. No es pues, querido Aldo, un asunto de cultura. Es, creo yo, un gran vacío espiritual, un hastío de la existencia, ese nihilismo suicida del que hablaba Nietzsche, el que lleva a abrazar a estos pobres ricos cualquier aventura que dé un mínimo de sentido a su vida, aunque esta termine con la cabeza en el tajo de la guillotina.

Fuente: Diario Perú 21. Lun. 06 sep '10.
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