sábado, 27 de noviembre de 2010

De las teorías de Keynes al monetarismo de Von Hayek. Liberalismo falso de medicamento único y obligatorio.

Opio del pueblo

Por: Manuel Rivas

Las teorías de Keynes, que inspiraron el New Deal del presidente Roosevelt (el tío Franklin), ayudaron a salir de la Gran Depresión que siguió al crack de 1929 y a poner en Occidente los cimientos de la sociedad del bienestar, el mayor esfuerzo igualitario en un marco de libertad. Conviene no olvidar que al tío Franklin le llamaron de todo, como a Obama, incluido "cerdo comunista". En realidad, el Tea Party es muy antiguo: la "hiel sempiterna", que diría Luis Cernuda.

Y al tío Keynes tampoco pararon de darle la vara los fanáticos del money o monetaristas, empezando por el pelma de Von Hayek. En su día, Keynes tuvo que recordarles que en el planeta Tierra existía una curiosa especie, la humana, capaz de ser solidaria y de controlar los instintos depredadores. El keynesianismo es sinónimo de prosperidad y humanismo. Por el contrario, cada vez que se han aplicado literalmente las teorías de Von Hayek lo que ha quedado detrás es una estela de destrozos, desigualdad social e inseguridad. Véase el mea culpa de los ex jefes del FMI que, con sus cómplices interiores, hundieron a Argentina en 2001.

Lo asombroso es que los depredadores vuelven a las andadas, esta vez para arrasar a Europa. Son muy ingenuos los que piensan que la caza se limitará a la periferia. Si cae España, irán a por Francia... De Keynes ya solo se habla para recordar una frase: "A largo plazo todos estaremos muertos". En este totalitarismo transgénico, se busca que no haya lugar para la semilla solidaria ni una oportunidad más para el polen de un socialismo democrático. Curioso liberalismo este de medicamento único y obligatorio, donde ya nadie se atreve a hablar de mayor fiscalidad e inversión pública. Sí, este capitalismo fúnebre se ha cargado al viejo Keynes, pero nos queda el fútbol, tíos. ¡Me voy a poner morado de opio del pueblo!

Fuente: Diario El País (España). 27/11/2010.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Tea Party: intolerancia, racismo, lucha contra el aborto y rechazo al matrimonio gay.

Té solo para ellos
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Por: Guillermo Giacosa (Periodista)

El Tea Party es el sector del partido Republicano que lideró la última victoria legislativa de dicho partido. Reúne, como es sabido, a la ultraderecha de EE.UU.

Tiene un grupo de ideólogos denominado Liberty Central (LC) que promueve la intolerancia, el racismo y la lucha contra el aborto y el matrimonio gay. Lo dirige Ginni Thomas, esposa de un juez de la Corte Suprema, y reúne a 54 'agrupaciones amigas’ como la ultracatólica Tradición Familia y Propiedad (TFP) que reproduce el pensamiento de la que en 1960 se fundara en Brasil, y que estaba en contra de “la Revolución Francesa, el protestantismo, el catolicismo liberal, el marxismo” y opinaba que la Inquisición española era “la página más bella de la historia de la Iglesia” porque, mientras duró, la Iglesia Católica “se expurgó de herejes a sí misma”.

La TFP estadounidense no se queda atrás: en su lista de amigos figuran Propietarios de Armas de EE.UU. –organismo que cree en que cada ciudadano debe estar armado –, Proyecto de Soberanía de Missouri –que impulsa la insurrección armada para derribar al gobierno– y 52 adictos más.

La TFP brasileña, como narré en otra nota, invadió los periódicos de su país cuando Mitterrand ganó las elecciones en Francia. Anunciaba el Apocalipsis, la disolución de la familia, la entrega de los niños al Estado y otras tonterías que la realidad desmintió. Como son fanáticos mono-neuronales no aprenden y vuelven a la carga contra todo aquello que modifique no ya la sociedad en la que viven, sino el estatus que ellos disfrutan en dicha sociedad. Son racistas, clasistas y esclavos de prejuicios e interpretaciones medievales de la realidad.

Otra joya de este grupo es su relación con la Fundación Internacional por la Libertad (IFF), creada en tiempos de Reagan para sostener el régimen sudafricano basado en el apartheid.

El éxito del Tea Party se sustenta en el apoyo financiero que le brindan dos multimillonarios: el petrolero David Koch y Rupert Murdoch (dueño de Fox, Sky y medios de prensa escrita como The Wall Street Journal, The Sun, Times, etc.).

Vale decir que la inacción del presidente Obama ha servido para precipitar esta oleada de ultraderechistas que ningún liberal de buena estirpe y nadie que crea que los seres humanos nacemos libres e iguales, puede tolerar. Derecha e izquierda tienen sus fanáticos. Personas con ideas que se han quedado petrificadas en el tiempo. Ambos, por no acompañar los cambios que la tecnología ha impuesto y por ser incapaces de leer sin prejuicios todo lo que la ciencia nos enseña, son ajenos al diálogo, al descubrimiento del otro y, por sobre todo, son analfabetos en el difícil arte de comprender el dinamismo del que se alimentan todos los fenómenos que nos conciernen. Salvo las ideas de estos fósiles, nada permanece estático. Nadie es exactamente al día siguiente la persona que fue el día anterior.

Fuente: Diario Perú 21. Jue. 25 nov '10.
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sábado, 13 de noviembre de 2010

La Izquierda y la Derecha frente a la distribución de beneficios de la explotación de los grandes recursos.

Izquierda y derecha: discursos y proporciones de soberanía

Por: Rodrigo Montoya Rojas (Antropólogo)

Retomo en esta columna la cuestión de lo que sería de izquierda y lo que sería de derecha, para entendernos bien y no perdernos en la ambigüedad y en juegos de hipocresías. Uno de los temas fundamentales para el futuro del país es definir la distribución de beneficios de la explotación de los grandes recursos como el petróleo, el gas, el oro y otros minerales, los bosques, y los saberes originarios de nuestro suelo.

Una cuestión previa clave es desenmascarar a la derecha que repite todas las tardes: “la izquierda quiere que no haya inversión extranjera en el país y que no se exploten los recursos nacionales”. Esa es simplemente una mentira muy grande. El problema de fondo es quién se lleva la mayor parte de la torta y por qué. Cuando Evo Morales ganó las elecciones en Bolivia aceptó el encargo que le dieron sus votantes, particularmente en El Alto, de nacionalizar el petróleo y el gas. Evo creía que la proporción justa en el reparto entre el Estado y las empresas multinacionales debería ser 50 y 50%. (Tal vez los apristas recuerden aún que Haya hablaba de la misma proporción pero en inglés, “fifty fifty”). Los electores dijeron no y le dieron la orden para que Evo mande obedeciendo e invierta la proporción hasta ese momento existente: el Estado recibiría el 82% que las empresas se llevaban y éstas recibirían sólo el 18% que antes correspondía al Estado. La derecha peruana anunció que con esa política las empresas se irían de Bolivia y el país quedaría en el desastre. Las empresas no se fueron, siguen ganando y la economía Boliviana goza desde entonces de mejor salud que antes.

Si queremos un gobierno de izquierda, quien pretenda dirigirlo debe prometer dos cosas fundamentales: renegociar los contratos y cambiar las proporciones de distribución de las ganancias: 80% para el estado peruano y 20 para las empresas multinacionales. La proporción es justa y el viejo “fifty fifty” no tiene sentido. Si tomamos en cuenta la doble contabilidad de las empresas, hoy día ocurre probablemente lo inverso y por eso el gobierno de García es de derecha pura y dura. El ejemplo de la escandalosa ganancia de las empresas mineras es un ejemplo cabal. Un cambio en las proporciones no produciría terremoto alguno, disminuiría la ganancia de las empresas y el Estado tendría más recursos para programas sociales en serio y sin corrupción.

Para que una nueva distribución de beneficios sea posible sería importante que el país recupere parte de su dignidad perdida anulando el artículo 63 de la Constitución vigente que le da al capital extranjero el mismo tratamiento que al capital nacional, cambiando los contratos con las empresas multinacionales y dejando sin efecto los blindajes impuestos por el consenso de Washington y la servidumbre de Fujimori y sus aliados.

Si estamos de lado de la proporción 80-20 en beneficio del Estado, nuestra propuesta sería de izquierda. Si aceptamos la proporción actual de 80-20 en beneficio de las empresas, la propuesta es de derecha. Si se habla de soberanía en el aire sin precisar proporciones, cuidado: el discurso puede parecer de izquierda, pero sólo eso.

Fuente: Diario La Primera (Perú). 13 de noviembre del 2010.

sábado, 30 de octubre de 2010

Néstor Kirchner y el recuerdo de las muertes de Evita y Perón.

De muertes y renacimiento

Por: Guillermo Giacosa (Periodista)

Fue inevitable que la reciente e inesperada muerte de Néstor Kirchner me llevara al recuerdo de las muertes de Evita y Perón. El deceso de Eva Duarte fue festejado por mi padre como si se tratara de un éxito personal. Yo tenía apenas doce años y no entendía su alegría de la que nadie en casa participó. Años más tarde, en 1974, siendo yo líder barrial del peronismo en Rosario, asistí a la muerte de Juan Domingo Perón. Fue una jornada inolvidable. Una suerte de impronta emocional que vuelve recurrentemente a mí para recordarme el valor de la solidaridad y el quehacer comunitario. En realidad esos días valieron tanto como una carrera universitaria orientada a conocer las profundidades psicosociales del pueblo argentino. Y lo digo en plural pues fueron varios los días de pesar y luto que pasaron a enriquecer mi comprensión de algunos fenómenos políticos y que abrieron, en mis sentimientos, surcos tan desconocidos como inesperados. Con el peronismo –al que llegaba de una familia acomodada y por tanto profundamente antiperonista– descubrí emociones colectivas que hasta entonces había reservado al fútbol.

Sentirse parte de algo mayor y sentirlo desde la perspectiva de un quehacer que tiene que ver con el bienestar colectivo es, quizá, una de las experiencias más sana, más estimulante y más enriquecedora que he vivido. Tiene que ver, supongo, con los circuitos menos recientes de nuestro cerebro y su lento proceso de adaptación a la sobrevivencia a partir de la empatía y la compasión por el prójimo. Esos circuitos, de los que he hablado en artículos pasados, no son un invento literario ni un recurso ideológico, sino una realidad que emerge de los más recientes aportes de las neurociencias. Hacen a la esencia de nuestra conducta y –salvo posibles excepciones que desconozco– son parte del comportamiento de todas las entidades vivas.

El desgarro que provocó la muerte de Perón es diferente, definitivamente, a la ansiedad que generó la muerte de Kirchner. En el primer caso se trataba de la muerte del padre en un país adolescente. Perón parió, simbólicamente, un pueblo que estaba oculto e invisibilizado por los dueños del dinero. Su muerte creó, en ese pueblo, una profunda sensación de desamparo. Por su parte, la súbita desaparición de Néstor Kirchner encuentra a ese mismo pueblo en otra etapa histórica luego de haber atravesado el desierto de dolorosas dictaduras y bárbaros experimentos económicos. Lo encuentra, además, en pleno proceso de restauración de las viejas conquistas sociales del peronismo y, por consiguiente, en plena recuperación de su autoestima. No percibo, a pesar del dolor, ni desamparo ni miedo y sí una fuerte determinación de llevar adelante el proyecto de construir un país donde la justicia social acabe con la exclusión.

Fuente: Diario Perú 21. Sáb. 30 oct '10.

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jueves, 28 de octubre de 2010

El conservadurismo mundial sólo se puede mantener desde la estupidez.

La estupidez y la esperanza
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Por: César Hildebrandt (Periodista)

¿De dónde viene tanta estupidez? ¿Qué fábrica trabaja día y noche haciéndola? Me imagino corporaciones cenicientas planeando estupideces, creándolas, mercadeándolas, adivinando qué nuevos apetitos aparecerán, cuáles serán los mercados emergentes.

¿Ha sido siempre así?

Supongo que no. Una cosa es la ignorancia en la que Europa se sumergió durante buena parte de la edad media y otra cosa es la contenta estupidez contemporánea. La ignorancia permite la inteligencia y, muchas veces, un gran talento marcha en paralelo con la más extrema delgadez cultural. La estupidez, en cambio, es exigente y totalitaria y exige la servidumbre del sujeto, la entrega completa a sus designios, la obediencia ciega a sus mandatos.

Quizá lo novedoso -y sombrío- de este siglo es que la estupidez se ha hecho mérito y virtud. Por eso es que los estúpidos están orgullosos de serlo. Y que muchísimos de ellos son recompensados precisamente por ser estúpidos. Y que la estupidez empieza a ser, en muchos rubros, un canon, una norma, casi un requisito. O sea que ser estúpido rinde.

Es tan importante la estupidez y tan extendido su predominio en el mercado del trabajo, sobre todo en aquello que tiene que ver con la comunicación, que algunos tienen que simularla para cobrar la quincena. Son los estúpidos fingidos. En RPP, por ejemplo, hay varios. Uno de ellos entrevista a Keiko Fujimori, la hija del jefe de una banda de ladrones, la engreída de un asesino mediato condenado a varias decenas de años en prisión, y formula el siguiente comentario: "Yo me pregunto -dice con voz dulzona-, ¿cómo hace esta candidata para subir y subir en las encuestas si apenas hace campaña?". Es un camaleón que ha servido a muchos amos -especialmente a Velasco, a García y a Fujimori-, y que ahora se hace el estúpido por si acaso vaya a tener que servir otra vez al fujimorismo regurgitado. ¡La estupidez como negocio!

Hacer estúpida a la gente es la inversión más rentable para el gran dinero que controla el mundo. Porque los estúpidos no se enteran y son felices, no están interesados y son felices, no piensan y son felices, compran y son felices. Y no causan mayores problemas y son felices. Son felices y hacen felices a los que los han hecho estúpidos para poder ser felices. ¿No es un encanto?

Porque una cosa es la felicidad personal por un buen día, una buena mujer, una profesión bien escogida, un destino hecho a pulso, y otra es aquella que viene de la inconsciencia, de la negación del otro, del olvido de la solidaridad como esencia social humana. Yo no podría comer frente a un niño hambriento: se me atragantaría cada bocado. El sistema actual, sin embargo, me exigiría que yo comiese sin culpa porque proclama, entre otras muchas cosas, que el hambre es una opción escogida por los corruptos africanos, los anárquicos sudamericanos y los ensimismados indios. Exige también que expulsemos del diccionario la palabra justicia. Claro: si no hay justicia, tampoco hay injusticia.

Todo entonces debe reducirse a este pandemonio de egoísmos rastreros, a esta guerra de mercados, a este mercado de las guerras. Y para ser feliz en un mundo como este hay que ser un estúpido violento, un autista moral, un pequeño canalla. En el Perú: un fujimorista.

Cuando vinieron los 60, el mundo era pura lucidez combatiente. La derecha mundial entendió -no sé si en Bilderberg o en cualquier otro lugar- que eso no podía continuar así y que una sociedad cuestionadora y en ebullición era irreconciliable con los planes que las derechas de Estados Unidos y Europa tenían para el mundo. Así que empezaron una campaña planetaria que supuso la mayor guerra de desinformación jamás desatada.

El pretexto fue magistralmente escogido: las tiranías comunistas eran, en efecto, tan esperpénticas que presentarlas como el ideal al que aspiraban todos los rebeldes de Mayo del 68 fue el primer terror sembrado. La izquierda fue tan cretina que siguió defendiendo, con Castro a la cabeza, los regímenes criminales de Checoslovaquia, Hungría o la República Democrática Alemana, donde pasaban vacaciones algunos peruanos aventajados. Después vinieron otros miedos, otras batallas. Los miedos cundieron y las batallas las perdió el progreso. El paso siguiente fue, y dado que los comunistas sólo querían muros y balas, convencer a los socialdemócratas de que "estar en el sistema democrático" suponía defender también el capitalismo salvaje y sin sindicatos pregonado por Thatcher y Reagan.

La gran conspiración ha funcionado. Ahora los medios de comunicación están, casi por decreto-ley, condenados a ser estúpidos. Y lo están porque son parte del conservadurismo mundial que gobierna y que hay que mantener en el gobierno. Y ese conservadurismo mundial sólo se puede mantener desde la estupidez. De modo que el método es claro: fabricar estúpidos para el rebaño mundial de consumidores anuentes, que a eso nos han reducido los que cortan el jamón.

La fórmula para hacer estúpidos es una vieja receta de algunas abuelas con várices: sobre un sofrito de deportes, vierta usted en una olla dos trozos de farándula picada, un buen atado de crímenes, algunas gotas de violación, un chorrito de reality show (hecho por estúpidos para estúpidos), unos diez gramos de porno, dos cucharadas soperas de Hollywood dinamitero, cuatro campañas de miedo, una pizca de islamofobia, 40 gramos de xenofobia, medio kilo de individualismo carnicero, y revuélvase bien antes de cocinarse a fuego lento durante toda la hora del noticiero. Sírvase caliente.

Y para el reinado de la estupidez es imprescindible controlar los medios de comunicación, las universidades, los partidos políticos, los sistemas de intercambio y de becas.

Y todo está bajo un relativo control. Y todo aquello que no se puede controlar, cercar y dominar es satanizado, monitoreado por el FBI, calumniado por la gran prensa. O convertido en estrafalario, excéntrico, loco.

Para que esta sí "perfecta dictadura" jamás cambie en lo esencial se requería un nuevo público. La mala ópera ahora es buena: su soprano apócrifa suena a la Callas, su tenor a Carusso, su orquesta de segunda a la sinfónica de Chicago. La mala ópera se canta ante un público que apenas oye. Eso es lo que ha sucedido. La estupidez aplaude a un mundo que terminará muriendo de empacho y hambre a la vez. Sólo hay un teatro en esa triste calle. El otro quebró porque no cambiaba de función.

Es el gran triunfo de la oscuridad.

Lo curioso es que esa oscuridad se presenta con luces y megáfonos, con ruidos de alegría y exclamaciones de placer.

A mí me da mucha risa cuando se habla de la sociedad de la información. Eso será para el vértigo de las transacciones de la bolsa de Londres, para el dato que parte, como un rayo, de Singapur a Nueva York en una maniobra de especulación. En cuanto a la gente, me atrevo a decir que ha habido pocas sociedades menos informadas que la nuestra.

A mí el pesimismo me carga porque es el camino de los quejicas y de los que no necesitan competir porque ya perdieron. Pero el optimismo de los estúpidos me carga más todavía. Y me carga el estúpido asunto ese de que tenemos la mejor comida, los mejores paisajes, las mejores iniciativas y el más envidiado de los horizontes si seguimos vendiendo piedras y aeropuertos. Es que aquí también ha triunfado el plan global del desenchufe cerebral. Basta leer Somos para entender cómo es que El Comercio percibe el periodismo de hoy: como afrodisíaco, como opiáceo y como fuga. O como aburrimiento, que es peor. Todo con tal de no contarnos cómo hace para impedir que los intereses chilenos sigan roncando en su directorio.

Mientras escribo estas líneas veo las noticias sobre Francia. Otra vez Francia nos devuelve la humanidad. Hay miles de personas en las calles protestando por lo que quiere hacer Sarkozy con las pensiones. No es que lo que quiera hacer el presidente francés sea particularmente grave. Es que millones de franceses han recordado que alguna vez hubo una Comuna, una revolución, unos derechos, una destitución de momias gobernantes, una ciudadanía nacida en el país de la razón y esparcida por el mundo. Una ciudadanía que gente como Sarkozy -o Berlusconi, o Cameron, o Merkel- no respetan ni respetarán si los privilegios del gran capital pueden verse afectados. No sé en qué terminará todo esto, pero amo a Francia más que nunca.

Fuente: Semanario "Hildebrandt en sus trece" (Perú), 22 de octubre del 2010.

martes, 21 de septiembre de 2010

Alemania y la xenofobia contra los musulmanes. Neoracismo en la sociedad europea.

Thilo Sarrazín

Por: Manuel Rodríguez Cuadros Ex Canciller)

Muy pocos alemanes, aun los que a solas podrían haber soñado con una extrema derecha populista, inexistente en la democracia germana, habrían imaginado que en las dos últimas semanas el centro del debate político haya estado dominado por tesis que recuerdan el pasado del nazismo. “Alemania se disuelve: Cómo ponemos en juego nuestro país”, es el título de un pequeño libro escrito por Thilo Sarrazín cuya primera edición de 25,000 ejemplares se agotó casi con la misma velocidad que el escándalo nacional que suscitó por las ideas racistas y xenofóbicas que postula.

El pensamiento de este economista, nacido en 1945 en la localidad de Gera, militante del SPD, ex ministro de finanzas de la ciudad de Berlín y miembro del directorio del Bundesbank, ha sacudido las estructuras éticas, intelectuales y políticas de la sociedad y el Estado. No es para menos. Sarrazín ha soltado una bomba, más mediática que académica: Alemania correría el riesgo de disolverse como nación por los supuestos impactos negativos que la falta de integración de los inmigrantes musulmanes estaría provocando en la sociedad, la cultura y la demografía del país.

Actualizando las viejas tesis del determinismo biológico de origen darwiniano, Sarrazín sostiene que judíos y vascos comparten un gen que los torna irreductibles a la integración en otras sociedades. Una cosa similar sucedería con la cultura islámica. La débil o inexistente integración de cuatro millones de musulmanes a la sociedad alemana se explicaría por su carácter “naturalmente” contrario al acceso a la cultura del otro y a la Educación. “En toda Europa los inmigrantes musulmanes (turcos y árabes) se integran claramente peor que el resto de grupos” y “las razones para ello no son étnicas, sino que aparentemente se encuentran en la cultura del Islam”.

Para Sarrazín, los inmigrantes musulmanes no contribuyen en nada a la prosperidad de Alemania y sus altas tasas de fecundidad habrían traído como consecuencia la reducción del coeficiente intelectual colectivo de la población alemana. Además argumenta que muestran una predisposición a la holgazanería pues preferirían vivir de las prestaciones sociales antes que del trabajo. Su poco dominio del idioma estaría provocando una “disminución del nivel y calidad del aprendizaje en todo el sistema educativo alemán”.

En entrevistas concedidas a “Weltam Sonntag” y “Berliner Morgenpost”, refiriéndose implícitamente al pueblo judío, dijo que las peculiaridades culturales de un pueblo “no son una leyenda”, sino que determinan “la verdadera realidad de Europa”. El fondo de su tesis es simple: Alemania corre un riesgo de islamización y debe evitarse.

El neoracismo, arropado de diferencia cultural, de Sarrazín ha sido rechazado por la clase política alemana, educada desde la post guerra en una sólida cultura de respeto a los derechos humanos y los valores democráticos. La Canciller Angela Merkel condenó con énfasis las ideas de Sarrazín: “Los comentarios son totalmente inaceptables, también son excluyentes y desprestigian a grupos completos en la sociedad”. Lo propio hizo el presidente federal Christian Wulff. El Bundesbank lo ha expulsado de su directorio. Pero una encuesta del Instituto Emnid estableció que uno de cada cinco alemanes apoya sus ideas. ¿Surge con Sarrazín una extrema derecha alemana? Todo indica que no. Que será un caso aislado. Pero no hay que desdeñar la opinión de Ulrich Kober: “No somos tan diferentes de nuestros vecinos. La xenofobia y el potencial anti-musulmán están allí. Desde luego, no apostaría mi vida a que Alemania es una isla de cordura”.


Fuente: Diario La Primera (Perú). 16 de setiembre del 2010.

domingo, 12 de septiembre de 2010

La Aristocracia y su crítica al Antiguo Régimen.

En el salón de Madame Geoffrin en 1755, 1812. Château de Malmaison, Rueil-Malmaison, Francia.
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La pobreza de los ricos

Por: Ricardo Vásquez Kunze

Una tormenta se ha desatado esta última semana sobre los ricos de Lima. Sobre las grandes familias de apellido y de dinero y sobre sus hijos y nietos que estudian en las más caras universidades de la capital. Su pecado: simpatizar alegremente y pronunciar su voto municipal a favor de Susana Villarán, la candidata de Fuerza Social y su plataforma electoral del Movimiento Nueva Izquierda, el Partido Comunista Patria Roja y el Movimiento Tierra y Libertad.

La explicación que se ha dado a este fenómeno es, entre otros, cultural. Mi querido amigo Aldo Mariátegui, al que aprecio y respeto porque es de los pocos en el país con el que se puede tener una conversación interesante, sostiene la tesis de que es, precisamente, la falta de cultura de los ricos de estos tiempos la que ha llevado al sector AB a abrazar la causa de la señora Villarán. Las universidades de élite, sostiene Aldo, han cometido el grave error de formar técnicos expertos en materias específicas que redituarán mucho dinero para quienes las ejerzan profesionalmente, pero que más allá del “debe y el haber” no hay absolutamente nada. Por lo tanto, los universitarios de esos sectores pudientes no saben ni en qué mundo viven, ni de qué mundo vinieron ni a qué mundo irán. Y tiene toda la razón en esto último.

Sin embargo, en lo que no tiene razón es en creer que si los ricos de hoy tuvieran cultura, no votarían en contra de sus propios intereses, en este caso, por la señora Villarán y sus aliados. La historia, me temo mi querido Aldo, es categórica. No hay más que ver cómo la aristocracia más cultivada de su tiempo, se reunía en el siglo XVIII en el célebre Salón de Madame Geoffrin, presidido por el busto de Voltaire, para leer las últimas “nouvelles” de la Ilustración, en donde se hacía sátira y escarnio del Antiguo Régimen al que ellos mismos pertenecían.

Los miércoles de cada semana, madame Geoffrin ofrecía sus famosos “diners” para los “hombres de letras”, así se llamaba entonces a los intelectuales. En un famoso cuadro que se exhibe en Versalles, podemos ver cómo intercambiaban corteses ideas la célebre actriz madmoiselle Clairon, mientras Rousseau, el azote de los reyes, se entretenía con el músico Rameau, interpelados por el duque de Choiseul, ministro de Relaciones Exteriores, de Guerra y de Marina de Luis XV. También puede verse al futuro ministro de finanzas, barón de Laune Turgot, departiendo con el economista Quesnay, secundados a su vez por el gran naturalista Buffon y madmoiselle de Lespinasse, que también tenía otro famoso salón. Finalmente, D’Alambert, el padre de la Enciclopedia, financiada por la marquesa de Pompadour, la favorita del rey, aplaudía.

Ricos y cultura debajo de las pelucas empolvadas prendiendo la mecha con la que iban a hacer saltar, unos años después, su propio mundo. No es pues, querido Aldo, un asunto de cultura. Es, creo yo, un gran vacío espiritual, un hastío de la existencia, ese nihilismo suicida del que hablaba Nietzsche, el que lleva a abrazar a estos pobres ricos cualquier aventura que dé un mínimo de sentido a su vida, aunque esta termine con la cabeza en el tajo de la guillotina.

Fuente: Diario Perú 21. Lun. 06 sep '10.
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sábado, 28 de agosto de 2010

Lo políticamente correcto: instinto de supervivencia, seguidismo intelectual, emulación mal entendida, izquierdismo pavloviano, etc.

Políticamente correcto

Por: César Hildebrandt (Periodista)

Lo políticamente correcto es una combinación de instinto de supervivencia, seguidismo intelectual, emulación mal entendida, izquierdismo pavloviano, tendencia a la manada, hipocresía limeña, apego a los dogmas del populismo en todas sus variantes, paternalismo disfrazado de indulgencia, inercia setentera y oenegismo con casa matriz en Holanda y cuenta en un banco panameño.

Lo políticamente correcto, por ejemplo, es decir que Hilaria Supa es una estupenda presidenta de la Comisión de Educación y que todos los que han objetado ese nombramiento son una sarta de fascistas o fujimoristas.

Pero no nos dejemos avasallar por los propietarios de lo "políticamente correcto".

Para mí, que nada tengo de fascista ni de fujimorista, el nombramiento de la señora Hilaria Supa en la cima de la Comisión de Educación equivale a decir que Mirko Lauer ha sido nombrado presidente de AIDESEP. O que PPK encabeza la organización Francisco Congo. O que Susana Villarán es directora del Instituto Peruano de Energía Nuclear.

Porque la señora Supa es una muy respetable quechuahablante y una respetabilísima y pública chacchadora de coca, heredera de los dueños originales de estas comarcas, tatatatataranieta de Guamán Poma y locuaz en esa lengua que, para nuestra vergüenza, los limeños no conocemos pero que debimos aprender. Todos esos méritos, no obstante, no alcanzan para que el destino de la Comisión de Educación le sea obsequiado por el señor Humala.

Porque resulta que el artículo 48 de la constitución vigente dice a la letra: "Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley".

Hasta donde sabemos, las pocas cosas buenas y las muchas estupideces que se dicen en el Congreso se dicen en castellano porque en ese recinto "no predomina" la lengua franca del Tahuantinsuyo.

De modo que en el Congreso, por más que Werner Cabrera se esmere, la lengua oficial es el castellano. Y la señora Supa, por razones ajenas a su voluntad y que tienen que ver con la viejísima discriminación que los quechuahablantes han padecido, ni habla ni escribe el castellano con un mínimo de competencia. Eso, por supuesto, debería avergonzar sólo a aquellos que han permitido que señoras como Hilaria Supa sufran el destierro lingüístico y la brutal exclusión social que eso supone.

Pero nombrarla presidenta de la Comisión de Educación es una manera equivocada, perversa y hasta irónica de entender la inclusión. Porque las propuestas y documentos que salgan de esa comisión se redactarán en el idioma que la señora Supa habla con dificultad y escribe con sufrimiento. Porque la educación peruana está en una severa crisis y lo que se espera de dicha comisión son propuestas especializadas y medidas urgentes que eleven el nivel de los profesores, actualicen los programas de enseñanza, modernicen la infraestructura y contribuyan a crear una masa crítica de formación humanista. Y porque, además, el Perú no se hace más igualitario con la señora Supa presidiendo la Comisión de Educación. Se hará más igualitario evitando que los hijos y los nietos de la señora Supa padezcan lo que ella ha tenido que padecer.

Hay, sin embargo, una progresía huachafa que gusta de la lástima y la condescendencia. Esa es la tribu que ha estallado en aplausos con el nombramiento de la señora Supa. Son los mismos que, en muchos casos, tienen personal de servicio mal pagado y peor tratado venido de las tierras donde el quechua es predominante. Son los mismos que tienen a sus hijos en colegios donde el inglés (o el francés) son las lenguas de enseñanza. Son los mismos hipócritas que jamás se sintieron prójimos sino "padres tutelares" de las comunidades serranas. Son los mismos a quienes les importa un pepino que la educación pública se siga degradando porque ni ellos ni sus hijos la han necesitado.

Nombrar a la señora Supa en el cargo que hoy ostenta es una manera sibilina de no honrar la memoria de Garcilaso de la Vega, cuyo esfuerzo le permitió ser quechuahablante originario y prodigioso escritor en castellano. Es una manera de recordar mal a José María Arguedas, quechuahablante ancestral y maravilloso escritor en castellano. Y es un insulto a Kilku Waraka, seudónimo del poeta cusqueño Andrés Alencastre, que, con dominio pleno del castellano, decidió, orgullosamente, escribir casi toda su obra en quechua.

Nivelar hacia abajo es una vieja utopía invertida de mediocres y resentidos. Y la verdad es que lo que se suele llamar "políticamente correcto" resulta muchas veces vomitivo.

Fuente: Semanario "Hildebrandt en sus trece". 20 de agosto de 2010.

Recomendado:

Hilaria Supa en Educación. Leon Trahtemberg.

domingo, 8 de agosto de 2010

La construcción de la Nación y el monopolio del patriotismo.

La república tutelada

Por: Nelson Manrique (Historiador y sociólogo)

La discusión sobre el desfile de Fiestas Patrias debiera revisar cómo se construye la historia patria y la relación entre civiles y militares. Tradicionalmente, el desfile militar –y su réplica escolar, el desfile militarizado de los estudiantes– constituye el núcleo de la celebración de nuestras Fiestas Patrias. Pero no existe ninguna razón por la que deba identificarse la Nación con sus institutos militares y a estos como los tenedores monopólicos del patriotismo. Que así suceda es una consecuencia del peso del militarismo en el Perú.

Basta revisar la historia para constatarlo: a lo largo de todo el siglo XIX sólo tuvimos dos presidentes civiles: Manuel Pardo en 1872 (que se pasó sus 4 años de gobierno debelando intentos de golpe militar) y Nicolás de Piérola en 1895, que llegó al poder gracias a una guerra civil. En el siglo XX estuvimos bastante más tiempo bajo el gobierno de militares y de regímenes cívico-militares que de gobiernos civiles. Un detalle que ayuda a entender nuestra derrota en la guerra con Chile es que mientras que entre 1821 y 1872 el Perú fue gobernado exclusivamente por militares Chile vivió hasta la guerra bajo gobiernos constitucionales, sin un solo golpe militar.

La Independencia del Perú sólo pudo conseguirse gracias a la intervención de dos ejércitos extranjeros, dirigidos por San Martín y Bolívar, respectivamente. Los peruanos que participaron lo hicieron o incorporándose en uno de estos ejércitos foráneos (se les sentía tan extranjeros que en 1826 se hizo una insurrección para obligar a las tropas de Bolívar a irse del país) o formando destacamentos irregulares, como las guerrillas de la sierra central. Pero nuestras conmemoraciones patrias presentan la Independencia como un logro de las fuerzas armadas peruanas, mientras que se excluye a las guerrillas y sus integrantes de la memoria oficial.

Revisemos la conmemoración patria de la mayor potencia militar del mundo: los Estados Unidos. Las fuerzas armadas de los EEUU han ganado dos guerras mundiales y son el más grande poder militar de la historia de la humanidad. Pero allí a nadie se le ocurriría celebrar su día nacional con un desfile militar. Para los norteamericanos la conmemoración del 4 de julio tiene el sentido de una gran fiesta popular, con representaciones festivas que recrean episodios históricos de la guerra de la Independencia, en las que marchan hermanados los soldados junto con los guerrilleros que realizaron esa gesta. Se trata, ante todo, de la reafirmación de la idea de que la construcción de la Nación es una tarea de todos y que los militares no tienen el monopolio del patriotismo. Por algo desde la Segunda Guerra Mundial no ha habido un solo golpe militar en los países desarrollados. Huelgan las comparaciones. No hay pues razones históricas que justifiquen el papel que se otorga en el Perú a lo militar en la conmemoración de la fiesta nacional.

La razón que subyace a esta manera de representarse el patriotismo es la pretensión de que las FFAA son “instituciones tutelares de la Patria”, una fórmula repetida una y mil veces en los discursos oficiales. Este discurso fue muy útil para utilizar a los militares para mantener apartados del poder al APRA y el PC, cumpliendo el papel de “perro guardián de la oligarquía”, según recordó Juan Velasco Alvarado en un discurso.

Tutela, de acuerdo al Diccionario de la RAE, es la autoridad que se confiere a alguien “para cuidar de la persona y los bienes de aquel que, por minoría de edad o por otra causa, no tiene completa capacidad civil”. A ese nivel de minusvalía se reduce a la Patria en este discurso patriotero. Y si ya es disparatado pretender que la Patria debe ser tutelada lo es aún más pretender que son las FFAA las llamadas a ejercer una tutela sobre la institución política por excelencia, cuando, de acuerdo a la Constitución, ellas son una institución apolítica (Art. 169°).

Una relación saludable entre civiles y militares sólo es posible allí donde el poder militar se subordina al poder civil, como manda la Constitución. Lo demás es tener espíritu de rabonas.

Fuente: Diario La República. Mar, 20/07/2010

lunes, 5 de julio de 2010

Sendero Luminoso: 40 años de presencia en San Marcos y su inexistente contribución académica.

Nulo aporte académico de Sendero en San Marcos

Por: Rodrigo Montoya Rojas (Antropólogo)

Los miembros de Sendero Luminoso en el país tratan de aprovechar la oportunidad de sobrevivir ofrecida desde 1990 por las FF.AA. y los gobiernos a cambio de conservar sus cuotas de poder y usar el miedo como componente político. Pudieron reunir en San Marcos a 30 ó 40 manifestantes que quieren la libertad de su jefe Abimael Guzmán. Menos del O.13 % de 30,000 estudiantes tiene la fuerza de las máscaras del pasado para asustar a muchas gentes. Hay también un pequeño bloque de senderistas orales que parecen valientes pero se asocian gentilmente a las autoridades universitarias para tener puestos, exigir promociones y favores. Son los que en tiempos de Fujimori marcharon en desfiles militares.

En casi 40 años de presencia en San Marcos (y en el país) el balance sobre la contribución académica de SL es lamentable. Ni un libro, ni una tesis, ni un artículo en Ciencias Sociales con un mínimo de seriedad para entender mejor la realidad peruana. Han sido y siguen siendo portadores de una letanía gastada sobre el “sendero luminoso de Mariátegui”. No conocemos a nadie de los llamados senderistas capaces de seguir aquel sabio consejo de Mao Tse Tung en el prefacio a sus “Estudios rurales”: no tiene derecho a la palabra quien no ha investigado la realidad. En muchos años de residencia en Ayacucho Abimael Guzmán no hizo esfuerzo alguno para aprender quechua, entender el mundo andino y escribir por lo menos un libro con alguna contribución. Para él y sus seguidores la Universidad es sólo una fuente de futuros cuadros, un comedor, una residencia para estudiantes de provincias, una caja de resonancia, un refugio.

¿Debemos a los senderistas alguna contribución en el debate de ideas y propuestas? No. Permítanme lectoras y lectores compartir con ustedes una pequeña historia personal. Cuando en 1971 fui a la Universidad de Ayacucho a presentar mi libro sobre la predominancia del capitalismo en Perú, los senderistas me recibieron con volantes en los que decían que yo era “un profesor académico pequeño burgués”, un “trotskista pro imperialista”, “un enemigo de Ayacucho”. En el libro me atreví a tratar de probar con cifras y argumentos que el Perú no era entonces un país feudal o semifeudal, como afirmaban ellos, los de Patria Roja y el PC pro soviético. Amenazaron con colgarme en la higuera de la Universidad. (Carlos Tapia fue testigo de ese hecho). 15 años después, un alumno senderista oral me acusó de ser un mal profesor por exigir que los alumnos leyesen los textos de John Murra, uno de los antropólogos más importantes, considerado por él como “un imperialista”.

No dicen una palabra sobre la sociedad peruana de hoy, el capitalismo, la colonialidad mundial del poder, la relación entre las culturas y el poder en Perú, la democracia en serio, el Estado plurinacional, y la necesidad de otro desarrollo, como el Allin kawsay - Buen vivir, propuesto por el movimiento indígena en América latina.

Fuente: Diario La Primera (Perú). 03 de julio del 2010.

Entre la "tolerancia" y la "aceptación". La comprensión de las diferencias y la riqueza de la diversidad cultural.

¿Por qué la tolerancia es una palabra fea?

Por: Juan Arias.

Zapeaba hace unos días en la televisión cuando me encontré con una entrevista a Hussein, el fallecido rey de Jordania. De repente le escuché una frase que me dejó perplejo por unos segundos: "Tolerancia es una palabra fea", dijo. En su opinión, con el diferente, con el emigrante, con el que consideramos de otra cultura no deberíamos usar la palabra "tolerancia", sino "aceptación".

Me quedé pensando: ¿pero no es tolerancia lo que pedimos, en defensa de los que no comulgan con nosotros? ¿Cómo puede ser fea una palabra con la que hoy sueñan todos los que defienden los derechos humanos, la libertad de credos y de culturas? ¿Es que no son entonces intolerantes los que rechazan a los que no piensan o no rezan o no visten o no cantan como nosotros o como a nosotros nos gustaría que lo hicieran? ¿No proclaman la tolerancia aquellos que defienden el derecho de todos a vivir como mejor les plazca mientras respeten a los demás?

Afirmar que la palabra tolerancia es fea, poco evangélica, demasiado raquítica, puede parecer una provocación. A mí me lo pareció en un primer momento, escuchando al pacífico rey de Jordania. Me fui, por ello, a consultar el Diccionario de la Real Academia Española donde el verbo tolerar, del latín, tolerare, se define así: "Sufrir, llevar con paciencia. Soportar algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente. Resistir, soportar".

Empecé a pensar que quizás tenga razón Hussein bin Talal, porque soportar, sufrir, llevar con paciencia, que alguien profese una fe diferente de la mía, o que piense de otro modo en política de lo que a mí me guste, o que se pasee, si así le gusta, en traje de baño por la calle, o con la cara cubierta por el burka, es bien poco. No es así como se puede crear una paz estable, una convivencia en alegría. No basta con soportarlo, con sufrirlo, con tolerarlo. Limitarse a "soportar algo que no se tiene por lícito", no va a evitar el choque de civilizaciones o la guerra de religiones. De soportar a prohibir hay un paso.

La mejor forma de convivir codo a codo con los que consideramos diferentes -¿ellos no nos considerarán también a nosotros diferentes?- más que tolerarlos es aceptarlos. La diferencia es enorme. El mismo Diccionario de la Lengua define el verbo aceptar como "aprobar, dar por bueno", algo que "merece aplauso".

Entendida así la famosa tolerancia que consideramos el sumo de nuestra generosidad con el distinto, las cosas cambian radicalmente. Si doy por bueno y hasta aplaudo la fe del otro aunque sea diferente de la mía -¿por qué tendría que ser peor?- no hay ya espacio para la contienda, para la reducción del diferente al que, simplemente "sufro con paciencia". Con la aceptación de aceptar, en vez de tolerar, puedo incluso servirme del diferente para enriquecerme, porque puede que hasta descubra que lo que hace, piensa o cree es mejor o que por lo menos complementa lo que yo creo, hago o pienso.

Hay cristianos -recordemos al filósofo marxista Roger Garaudy- que en un cierto punto de su vida consideraron que la fe del Islam era mejor que la suya y la abrazaron.

Hay católicos que se han sentido atraídos por el budismo o por el judaísmo. Hay marxistas que se han convertido a los valores democráticos y capitalistas duros que se han pasado a las filas de la socialdemocracia.

Si acepto, es decir, si apruebo y hasta aplaudo al diferente sencillamente porque supone una riqueza para la sociedad, doy un paso adelante hacia la comprensión y la apreciación de lo que yo no tengo o soy, pero que tiene valor en sí mismo. Es bajo esta dinámica que las guerras pueden comenzar a ser inútiles; que los pueblos pueden llegar a complementarse en vez de antagonizarse. Pueden enriquecerse con sus diferencias no ya toleradas sino comprendidas y aplaudidas porque nos complementan.

Todo el que haya viajado a países de culturas y credos diferentes de los propios habrá podido observar -si viaja sin prejuicios- que los encuentros con lo diferente acaban enriqueciéndole, que se admira ante lo que desconocía y que quizás ni hubiese imaginado que existía.

Personalmente, confieso, que a pesar de haber estudiado en cuatro universidades, donde más he aprendido, lo que más ha enriquecido mi mente y mi corazón, han sido los viajes: a la África misteriosa, a la India mística, al Japón de la modernidad, a la China de la cultura milenaria, al Egipto de los Templos increíbles; a la Oceanía mágica. He aprendido más, en los años que llevo en Brasil, sobre la felicidad y sobre la sabiduría escondida en la pobreza, en lo que significa trabajar para vivir en vez de vivir para trabajar, que en todos los libros, por sesudos que hayan sido, que han pasado por mis manos.

Europa fue rica por su diversidad. Hoy se está empobreciendo espiritualmente porque, como mucho tolera las diferencias, sin aceptarlas ni aplaudirlas, a veces hostigándolas.

Si es cierto que solo envejece quien pierde la capacidad de sorprenderse, no me cabe la menor duda de que la aceptación feliz de lo nuevo y de lo diferente podría ser el mejor antídoto y la mejor terapia contra ese desencanto y aburrimiento que nos abotargan con solo lo conocido y hace que despreciemos lo desconocido que nos ofrece una seguridad falsa y estéril.

Fuente: Diario El País. Lun,06/07/2010

jueves, 1 de julio de 2010

¿Qué es izquierda, qué es derecha?. La dicotomía izquierda-derecha.

“Muy inteligente, pero de izquierda”

Por: Manuel Rodríguez Cuadros (Ex canciller del Perú)

Interrogado por un diario local, Alfredo Ferrero, ex ministro de Industria y Comercio, aludiendo a mi actitud como canciller en las negociaciones del TLC con los Estados Unidos, señala que soy “muy inteligente, pero de izquierda”. Me referiré a esto. Lo del TLC lo dejo para un próximo artículo. La alusión a la inteligencia lo tomo como un amigable cumplido. Me quedo con la frase que a esa supuesta virtud añade un defecto que presume cierto: “pero es de izquierda”.

Esta referencia denota un asunto crucial en la política peruana que cobrará importancia en el proceso electoral. ¿Qué es izquierda, qué es derecha? ¿Es válida esta distinción en el siglo XXI? Para los posmodernos de la década de los ochenta y noventa se trataría de una distinción superada; no obstante, que ellos mismos elevaron la desregulación del mercado y el ejercicio del poder unilateral a la pretensión de una nueva ideología universal. Las tesis posmodernas neoconservadoras al influjo de las guerras en Irak y Afganistán, las elecciones en los Estados Unidos y la crisis financiera producida por la desregulación extrema, están de retirada. Al Gore las definió acertadamente como un “ataque a la razón”. Hoy el debate teórico regresa a visiones más razonables de la relación mercado-Estado nacional-sistema internacional.

Aquietadas las aguas del debate epistemológico y filosófico sobre la direccionalidad de la sociedad y las ideas en el siglo XXI, cuya única certidumbre constatada por el propio Fukuyama es que la historia no ha terminado, creo que la dicotomía izquierda-derecha, ciertamente, no representa ya las imágenes que conllevó en la guerra fría; pero que con nuevos alcances y en nuevas realidades sigue siendo útil para posicionar ideas y conductas políticas en la sociedad. Antes que referir ideologías cerradas del pasado, en el mundo de hoy cristaliza valores, conductas, programas y decisiones de gobierno.

En los siglos XIX y XX, la izquierda era igualdad y la derecha libertad. En nuestros días la libertad es un valor más acendrado en la izquierda democrática que en la derecha. Pero en el centro de la diferencia está el valor de la equidad y la cohesión social, lo que antes se llamaba igualdad, que es lo que distingue esencialmente a una y otra. A diferencia de la derecha, para la cual la desigualdad es sólo un dato de la realidad que el mercado recrea y el asistencialismo modera, para la izquierda democrática la equidad social es un componente esencial de la propia libertad, del acceso al poder de todos y no sólo de pocos, de la eliminación de la exclusión, de la legitimidad de la democracia y de la realización de la justicia. Y asigna en esa tarea al estado y a la sociedad civil, además del mercado, responsabilidades esenciales. Por eso es neokeynesiana y no neoliberal.

Cree en los equilibrios, en la existencia de bienes públicos, como la salud, la Educación, el transporte, la seguridad y la defensa nacional, que no pueden ser realizados sólo por el mercado, y en políticas redistributivas a través del pacto fiscal, la democratización de las oportunidades y políticas sectoriales de desarrollo social. Al entender la política sin exclusiones, abre el camino del entendimiento y al diálogo con todos los sectores de la sociedad, trabajadores y empresarios. Y por ello gravita hacia el centro, no como una tercera vía, sino como un punto de encuentro de todas las corrientes políticas y sociales democráticas y nacionales. Esa es mi visión de la izquierda moderna, democrática y nacional, a la que se ha referido Alfredo Ferrero, quizás sin intuirla.


Fuente: Diario La Primera (Perú). 01 de junio del 2010.

viernes, 28 de mayo de 2010

Futuro de las relaciones Unión Europea - Estados Unidos. Política mundial y modelo occidental.

El fracaso de Europa

La impotencia del viejo continente le impide ser uno de los poderes hegemónicos de este nuevo mundo en el que EE UU ha perdido el liderazgo, señala el sociólogo que ayer ganó el Príncipe de Asturias de Comunicación.

Por: Alain Touraine (Sociólogo francés)
Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010.

Cuáles deben ser en el futuro las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos? La cuestión ha sido planteada por Barack Obama a través de sus críticas acerbas a la incapacidad de decisión de los europeos y también con sus gestos hirientes, en particular hacia España, no por sí misma, sino como actual responsable de la presidencia de la Unión Europea. Las críticas de Obama son tanto más importantes cuanto que un gran número de europeos las comparten. La participación de la UE como tal en las decisiones que impidieron que la crisis actual degenerase en catástrofe fue casi invisible; aunque sí fueron activos, a título individual, países como Reino Unido, Alemania y Francia. A continuación, los europeos demostraron que no querían desempeñar un papel activo en la política mundial al elegir como presidente y como ministra de Asuntos Exteriores de la UE a unas personalidades poco conocidas y, en lo que respecta a la segunda, poco preparada para asumir su papel.

Todo se desarrolla como si los europeos hubiesen decidido dejar que EE UU se siga ocupando de los asuntos mundiales, mientras ellos se consagran a la tarea, casi infinita, de terminar su integración, ahora mediante la incorporación de los países balcánicos, sin ni siquiera examinar seriamente los sólidos argumentos presentados por muchos en favor de la entrada de Turquía, país que, sintiéndose indeseable en Europa, se esfuerza por volverse hacia las sociedades islámicas.

Si añadimos que el muy débil crecimiento previsto para Europa en un futuro probablemente prolongado va a mermar su presencia en un mundo en el que numerosos países progresan a grandes pasos, cabe preguntarse si, tanto objetiva como subjetivamente, Europa no se ha adentrado en la vía de un declive que solo será doloroso a partir de la generación de nuestros nietos o la de nuestros bisnietos.

Le corresponde a la opinión pública europea abrir un debate en el que los dirigentes del continente no quieren entrar. Muchos responderán que la suerte está echada, que cierto número de países europeos, y no siempre los más débiles, están amenazados de quiebra y que pocos son capaces de seguir el ejemplo irlandés, es decir, de recuperarse a través de políticas sociales valientes.

Si queremos evitar que todo se quede en un wishful thinking, hay que comenzar por formular algunos objetivos que sería más fácil alcanzar si Europa fuese más autónoma y se identificase con la creación de un nuevo orden mundial completamente opuesto a la política que llevó a cabo el presidente Bush en Irak y siguen llevando a cabo Estados Unidos y sus aliados en Afganistán. Otro objetivo que es imprescindible alcanzar es adoptar, en el orden económico y social, una política que rompa con el neoliberalismo que nos ha arrastrado a la grave crisis que vivimos.

En el terreno internacional, lo más urgente es escoger un plan de acción común con países del mundo islámico pero que no sean árabes, porque estos estuvieron colonizados durante mucho tiempo y sus Estados son débiles y a menudo autoritarios. Si Europa quiere demostrar que puede actuar en un sentido opuesto al que escogió Estados Unidos cuando atacó Irak, tiene que llamar a Turquía a su seno para escoger una política de reorientación del mundo musulmán y eliminación de las posiciones más cargadas de odio, las que han conducido al terrorismo.

Muchos piensan también, como yo, que la teocracia iraní y su azarosa política pueden ser derrocadas por una oposición interna que se vería reforzada si los occidentales se mostraran dispuestos a apoyarla. Una coalición europea, turca e iraní en ese país, una vez que la oposición interna hubiese conseguido su objetivo, podría poner fin al enfrentamiento actual entre el mundo islámico y Occidente. Cabe pensar que el éxito de esta nueva política permitiría el reconocimiento mutuo entre un Estado palestino y el Estado de Israel, sin el cual el retorno de la paz no es posible.

A un nivel aún más vagamente definido, es necesario que Europa asuma la dirección de un combate contra los regímenes autoritarios que han condenado a gran parte de su población a la violencia interna, el autoritarismo y la guerra. Pues Europa se ha vuelto demasiado débil como para ser considerada candidata a esa hegemonía mundial que se le ha caído de las manos a Estados Unidos.

En lo que se refiere a las realidades económicas y sociales, hay que restablecer unas prioridades que puedan llevar a una defensa mundial contra los ataques de los especuladores y los agitadores. En todo el mundo se experimenta la necesidad de devolver al trabajo la parte del producto social que le ha quitado el capital y, más sencillamente aún, de restablecer el vínculo entre la función financiera y las funciones de producción, impidiendo al mundo financiero lanzarse de nuevo a la búsqueda exclusiva de su máximo beneficio y desentendiéndose de su papel al servicio de la inversión y el crédito. Uno se siente tentado de pensar que el mundo europeo está naturalmente orientado hacia tales objetivos. ¿No construyó un ambicioso sistema de seguridad social? ¿No sueña con una reconciliación y un codesarrollo con los países que colonizó? ¿No mostró un doble apego a la existencia de Israel y a la de un Estado palestino?

¿De dónde viene pues este fracaso en toda regla de Europa, su pérdida de crecimiento, la desaparición de su papel mundial y su impotencia para apoyar a las democracias? No podemos buscar las causas en las "debilidades" de Europa, al menos no en las debilidades objetivas. Pero en vez de ser su debilitamiento material lo que acarrea su pérdida de confianza en sí misma y en su futuro, es esa pérdida de confianza lo que acarrea la impotencia de Europa e incluso su negativa a proponerse nuevos modelos a sí misma y al mundo.

Esta impotencia suele explicarse por la diversidad e incluso las contradicciones de los intereses nacionales en Europa y la construcción de esta. ¿Acaso su construcción no se basó, antes que nada, en la voluntad de poner fin a las guerras internas, suicidas y destructivas de una Europa presa de los regímenes militaristas y totalitarios?

Por eso Europa, consciente de ser la autora de su propia desgracia, y queriendo actuar más sobre sí misma que sobre el mundo, encerró los intereses nacionales en unas reglas comunes económicas, jurídicas e incluso políticas. La obra emprendida tuvo éxito y la caída del imperio soviético permitió a los países de la Europa central y oriental restablecer sus vínculos históricos con la Europa del oeste. Pero ahora, casi cumplida esa gran tarea, Europa debe volverse hacia el mundo exterior y recuperar la influencia que sus propios errores le hicieron perder.

Esta nueva etapa de la construcción europea solo tropieza con un obstáculo, pero de una altura que muchos encuentran desesperante: el neoliberalismo, cuyos centros estuvieron y están en Estados Unidos y Reino Unido, le ha quitado toda autoridad a los europeos para dársela a los bancos, cuyo poder sobre las empresas aumenta. Estados Unidos también está sometido a ese capitalismo financiero, pero tiene unidad política y una fuerte confianza en sí mismo, lo que hace de los europeos -y quizá también de Japón- las víctimas más graves de la actual crisis.

La actitud de Barack Obama nos indica el camino a seguir: los europeos deben cesar de ser los comparsas de un Estados Unidos que, pese a la pérdida de su hegemonía, sigue siendo el país más poderoso.

Nadie puede desear una ruptura entre las dos orillas del Atlántico. Pero Estados Unidos y Europa deben crear dos modelos de desarrollo con tantas diferencias como elementos comunes entre ellos, lo que supone imperativamente que los europeos acepten tanto las cargas como las ventajas de un rol planetario.

¿Cómo los europeos, que inventaron el espíritu de las Luces y la creencia en la razón y en los derechos humanos, podrían aceptar pasivamente lo que corre el riesgo de ser el fin del modelo occidental, es decir, de la asociación del progreso científico y el técnico, la destrucción de los privilegios y el reconocimiento de los derechos fundamentales de cada cual?

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

Fuente: Diario El País. 28 de Mayo del 2010.

domingo, 23 de mayo de 2010

“Realidad”, “Objetividad” y “Neutralidad” en el discurso académico.

Politólogos y políticos

Por: Alberto Adrianzén M. (Sociólogo)

Debo confesar que desconfío de aquellos que nos dicen que la labor de un científico social es explicar “por qué las cosas son como son”. Habría que preguntarse qué cosa es “como son” y si la realidad es “como es”. Diera la impresión que la realidad social (subrayo social) es una (o única) y que el trabajo del científico social consistiría en ser un simple notario de unos hechos de los cuales tendría que dar cuenta.

Este es un viejo debate y, por lo tanto, un viejo problema. Thomas Hobbes (inglés y autor del famoso libro El Leviatán) ya en el siglo XVII decía algo muy importante al respecto: “En efecto, verdad y falsedad son atributos del lenguaje y no de las cosas. Y donde no hay lenguaje no existe verdad y falsedad”. Para este autor, la verdad consiste “en la correcta ordenación de los nombres en nuestras afirmaciones….”, es decir, en la capacidad de ordenar un conjunto de hechos que son percibidos como caóticos.

Por eso es importante diferenciar lo que es sentir de conocer. El primero puede ser definido como una sucesión caótica de hechos que nuestros sentidos perciben. El segundo, como la capacidad de ordenar, a través del lenguaje, estos hechos que percibimos. El lenguaje, finalmente, crea la realidad (social) puesto que la ordena, esto es, la significa y le da sentido. Hay que decir además que como el lenguaje es artificial, ello supone un acuerdo entre los individuos.

Con ello quiero decir que debemos dejar de lado dos cosas si queremos procesar un debate serio: por un lado, esta suerte de oficio de notario que busca dar cuenta de una “realidad”, y por el otro, este “objetivismo” de que las cosas son como son porque la realidad es supuestamente única y se construye al margen de las voluntades de los individuos. Si así fuera, por ejemplo, no tendría sentido en la sociología el famoso teorema de Thomas (1928) que nos dice: “Si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias”.

Todo ello no es, por cierto, una invitación al relativismo y menos a un eclecticismo. Los científicos sociales lo que enuncian es una suerte de “verdad” que no es la única ni la mejor porque otros también enunciarán sus verdades. Es cierto que este debate se da en un marco de “razonabilidad”. Nadie está invitando a que se enuncie el disparate o que se deje de lado metodologías y teorías; los enunciados para que sean aceptables deben ser consistentes. Por eso un científico social debería ser un poco más humilde y decir: aquí les presento mi punto de vista que es distinto a otros puntos de vista sobre tal tema o sobre tal hecho.

De otro lado, este debate se hace aún más complejo cuando hablamos de política. Qué es una verdad en política. Explicar la realidad tal “como es” para ganar seguidores o, más bien, establecer nexos comunicativos con los otros para construir con ellos no solo una verdad social o compartida sino también una voluntad pública (política) capaz de transformar o mantener una “realidad” (según la opción que tengamos).

Lo que diferencia a un político de un científico social no es, por tanto, la “objetividad” sino más bien algo muy distinto: mientras que el político busca explicar la “realidad” para crear una voluntad pública (mediante la comunicación) para así transformar o mantener esa realidad, el científico social explica esa “realidad” pero no tiene (o no tendría) intención de crear una voluntad pública orientada a la acción política.

Por eso creo que el problema no es tanto la objetividad de los científicos sociales sino más bien otro: la permanente invasión de los científicos sociales (y politólogos) –que carecen de responsabilidades políticas– en el campo de la política. Dicho en otros términos: asumir un comportamiento (y un discurso) político con la vestimenta del científico social o del académico “neutral”.

Fuente: Diario La República. Sáb, 27/02/2010

Recomendados:

albertoadrianzen.lamula.pe

Debate sobre el libro "La transición inconclusa. De la década autoritaria al nacimiento del pueblo", de Alberto Adrianzén.

viernes, 14 de mayo de 2010

El Juez Baltasar Garzón podría clamar como el príncipe Segismundo: ¿Qué delito cometí contra vosotros juzgando?

Un juez ante la historia

Por: José Antonio Martín Pallín.
Magistrado emérito Tribunal Supremo. Comisionado de la Comisión Internacional de Juristas.

Algunas veces, la Historia entra en los Tribunales. Los crímenes del nazismo y del fascismo se sentaron en el banquillo de los acusados. La Asamblea General de Naciones Unidas, el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo han condenado el golpe militar que dio lugar a la guerra civil española y la instauración duradera de un régimen que, según declaran, tuvo el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista.

La victoria de los rebeldes dio paso a doscientos mil Consejos de Guerra sumarísimos, con más de cien mil sentencias de muerte. Los vencedores exterminaron extrajudicialmente a gran número de vencidos. Algunos consiguieron encontrar asilo y muchos otros vivieron un exilio interior, despojados de sus bienes y expulsados de sus cargos. Nunca pudieron reclamar sus derechos ante los tribunales.

Muerto el Dictador, una Ley de Amnistía (1977) ponía fin a la responsabilidad de los vencedores por hechos que toda la comunidad jurídica internacional calificaba como crímenes contra la humanidad. Los que pretendieron la revisión y anulación de los consejos de guerra fracasaron porque, como dijo la Sala Militar del Tribunal Supremo, se ajustaban al "ordenamiento legal vigente en aquella época".

La Ley de Amnistía (1977) y la llamada Ley de la Memoria Histórica (2007), verdadera Ley de Punto Final se esgrime como barrera infranqueable para restaurar los principios de justicia y reparación que propugna el propio legislador.

Los legisladores de la Ley de la Memoria Histórica abandonan la idea de la nulidad de los juicios franquistas, si bien conceden que sus tribunales eran ilegítimos, contrarios a derecho y vulneraban las más elementales exigencias del derecho a un juicio justo. El Comité de Derechos Humanos de Ginebra encargado de velar porque España cumpla el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos nos recuerda la obligación de derogar la Ley de Amnistía y declarar la imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad.

Con estos precedentes, un juez español, Baltasar Garzón, universalmente conocido por el caso Pinochet, estima que existe una base jurídica para realizar la revisión jurídica de una historia criminal. Abre una causa en la que incluye ejecuciones extrajudiciales y desaparición forzada como crímenes contra la humanidad y el secuestro y entrega a los vencedores de treinta mil niños arrebatados a sus madres y familias. A la vista de la reacción del Tribunal Supremo, el Juez Baltasar Garzón podría clamar como el príncipe Segismundo: ¿Qué delito cometí contra vosotros juzgando?

Fuente: Diario "El País" de España. Viernes, 14 de Mayo de 2010.

Recomendado:

ENTREVISTA SOBRE LA QUERELLA A LOS CRIMENES DEL FRANQUISMO Y EL ACOSO AL JUEZ BALTASAR GARZÓN.

domingo, 2 de mayo de 2010

Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad.

Mensaje a la Cumbre de la Madre Tierra

Por: Eduardo Galeano (Escritor)

Ojalá seamos capaces de hablar poco y hacer mucho. Graves daños nos ha hecho, y nos sigue haciendo, la inflación palabraria, que en América latina es más nociva que la inflación monetaria. Y también, y sobre todo, estamos hartos de la hipocresía de los países ricos, que nos están dejando sin planeta mientras pronuncian pomposos discursos para disimular el secuestro.

“Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad” Lamentablemente, no podré estar con ustedes. Se me atravesó un palo en la rueda, que me impide viajar. Pero quiero acompañar de alguna manera esta reunión de ustedes, esta reunión de los míos, ya que no tengo más remedio que hacer lo poquito que puedo y no lo muchito que quiero.

Y por estar sin estar estando, al menos les envío estas palabras.

Quiero decirles que ojalá se pueda hacer todo lo posible, y lo imposible también, para que la Cumbre de la Madre Tierra sea la primera etapa hacia la expresión colectiva de los pueblos que no dirigen la política mundial, pero la padecen.

Ojalá seamos capaces de llevar adelante estas dos iniciativas del compañero Evo, el Tribunal de la Justicia Climática y el Referéndum Mundial contra un sistema de poder fundado en la guerra y el derroche, que desprecia la vida humana y pone bandera de remate a nuestros bienes terrenales.

Ojalá seamos capaces de hablar poco y hacer mucho. Graves daños nos ha hecho, y nos sigue haciendo, la inflación palabraria, que en América latina es más nociva que la inflación monetaria. Y también, y sobre todo, estamos hartos de la hipocresía de los países ricos, que nos están dejando sin planeta mientras pronuncian pomposos discursos para disimular el secuestro.

Hay quienes dicen que la hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud. Otros dicen que la hipocresía es la única prueba de la existencia del infinito. Y el discurserío de la llamada “comunidad internacional”, ese club de banqueros y guerreros, prueba que las dos definiciones son correctas.

Yo quiero celebrar, en cambio, la fuerza de verdad que irradian las palabras y los silencios que nacen de la comunión humana con la naturaleza. Y no es por casualidad que esta Cumbre de la Madre Tierra se realiza en Bolivia, esta nación de naciones que se está redescubriendo a sí misma al cabo de dos siglos de vida mentida.

Bolivia acaba de celebrar los diez años de la victoria popular en la guerra del agua, cuando el pueblo de Cochabamba fue capaz de derrotar a una todopoderosa empresa de California, dueña del agua por obra y gracia de un gobierno que decía ser boliviano y era muy generoso con lo ajeno.

Esa guerra del agua fue una de las batallas que esta tierra sigue librando en defensa de sus recursos naturales, o sea: en defensa de su identidad con la naturaleza.

Hay voces del pasado que hablan al futuro.

Bolivia es una de las naciones americanas donde las culturas indígenas han sabido sobrevivir, y esas voces resuenan ahora con más fuerza que nunca, a pesar del largo tiempo de la persecución y del desprecio.

El mundo entero, aturdido como está, deambulando como ciego en tiroteo, tendría que escuchar esas voces. Ellas nos enseñan que nosotros, los humanitos, somos parte de la naturaleza, parientes de todos los que tienen piernas, patas, alas o raíces. La conquista europea condenó por idolatría a los indígenas que vivían esa comunión, y por creer en ella fueron azotados, degollados o quemados vivos.

Desde aquellos tiempos del Renacimiento europeo, la naturaleza se convirtió en mercancía o en obstáculo al progreso humano. Y hasta hoy, ese divorcio entre nosotros y ella ha persistido, a tal punto que todavía hay gente de buena voluntad que se conmueve por la pobre naturaleza, tan maltratada, tan lastimada, pero viéndola desde afuera.

Las culturas indígenas la ven desde adentro. Viéndola, me veo. Lo que contra ella hago, está hecho contra mí. En ella me encuentro, mis piernas son también el camino que las anda.

Celebremos, pues, esta Cumbre de la Madre Tierra. Y ojalá los sordos escuchen: los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad.

Red Latina sin Fronteras. 20-04-10.

lunes, 19 de abril de 2010

La derecha política peruana: liberistas y rentistas.

La derecha en el Perú

Por: Sinesio López Jiménez (Sociólogo)

¿Qué significa ser de derecha en el Perú? ¿Cuál es el perfil de un derechista peruano? ¿Qué filosofía la inspira? ¿Qué organizaciones, qué líderes, qué fuerzas políticas integran el campo de la derecha, qué corrientes de opinión? ¿Tiene algún programa? ¿Cómo opera? Voy a ensayar algunas respuestas provisorias a este conjunto de preguntas. En el Perú no existen investigaciones históricas y empíricas que ayuden a definirla mejor. La peruana es una derecha difusa, borrosa, sin perfiles claros. Ella alberga a conservadores y a reaccionarios, a los defensores de la tradición y del statu quo, a los promotores del autoritarismo (la mano dura) y a los arribistas de toda laya. Cuando son católicos pertenecen al Opus Dei o al Sodalitium y, por eso mismo, son fundamentalistas pues fusionan la religión con la política. Son endogámicos: estudian en los mismos colegios, pertenecen a los mismos clubs exclusivos, se divierten en las mismas playas de moda, leen los mismos best sellers y, desde luego, a Vargas Llosa, su novelista favorito.

Son liberistas (adoran al liberalismo económico) más que liberales. Aman la molicie rentista y odian el esfuerzo industrial. Son hispanistas, anglófilos o pro yanquis y, por eso mismo, excluyentes y racistas. Buscan la unanimidad y rechazan el pluralismo. Los mueve el miedo a los otros que pueden desbordarlos (los indios, los cholos, los amazónicos). Prefieren el orden al cambio y a la libertad. Son elitistas y están contra toda participación de las masas. Sus sectores ilustrados se inspiran en el pensamiento reaccionario de Louis de Bonald, Joseph de Maistre, Edmund Burke, Lammenais, Donoso Cortés, Carl Schmitt, Bartolomé Herrera, Riva Agüero. La derecha peruana ilustrada de hoy, sin embargo, no ha alcanzado las cumbres de la generación del 900. Son sólo modestos libretistas de ese viejo pensamiento reaccionario, de la Escuela Austriaca de economía (von Wieser, von Misses, von Hayek) en su versión gringa (la llamada Escuela de Chicago) y de la Escuela de Viena (Mach, Bühler, Gomperz, Popper).

Son partidarios de la versión extrema del neoliberalismo (sólo mercado y nada de Estado, exportación primaria sin industrialización, apertura total al libre comercio sin protección de los intereses nacionales, autorregulación del mercado sin protección de la sociedad, libre movimiento de capitales sin regulación, explotación del trabajo sin derechos del trabajador, puro chorreo y nada de distribución equitativa). Son hermanos-enemigos del estatismo. Por eso aman y odian a Chávez. Creen ingenuamente (¿o maliciosamente?) que el estatismo es la única alternativa a su pensamiento único conservador. Son monótonos y monocromáticos. Están incapacitados para pensar otros modelos de desarrollo que se ubican entre el neoliberalismo extremo y el estatismo. No perciben los matices que dan tono y color a la compleja vida social.

La derecha está integrada por los poderes fácticos (los organismos financieros internacionales, la Confiep, los medios de comunicación, las FF.AA., la iglesia católica conservadora), algunos caudillos y sus entornos (Fujimori, García), algunos partidos (PPC, ¿el Apra?) y corrientes de opinión alimentadas por los medios nacionales e internacionales. Carece, sin embargo, de un liderazgo preciso. Tampoco tiene una representación política definida. Sólo cuenta con representaciones sociales. Está desarticulada y sometida a ambiciones incontenidas y a una competencia exacerbada. Los operadores políticos y algunos publicistas y periodistas de los medios pretenden superar ese déficit. Lo que unifica a la derecha dispersa, sin embargo, es el enemigo al que tienen que combatir porque pone en peligro sus intereses y su modelo neoliberal extremo: Ollanta Humala y su entorno. Para asesinarlos moralmente han alquilado a sicarios mediáticos, Tirifilos del insulto, la mentira y la calumnia.


Fuente: Diario La República. Vie, 29/01/2010.

domingo, 18 de abril de 2010

Sobre oráculos, profetas o gurúes: Alan Greenspan y la crisis económica mundial.

Cuando los Gurúes se equivocan en inglés

Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)

Creo que el futuro siempre ha sido impredecible, y ahora, dada la complejidad de las situaciones que afrontamos, lo es más que nunca. Esa naturaleza impredecible del futuro se agrava en muchos de nuestros países por la sujeción colonial en la que ha sido entrenada parte de nuestra clase política. Cualquier ganso que hable inglés y tenga dos o tres títulos vistosos o un puesto de jerarquía nos pone en estado de postración admirativa. ¿Cómo –solemos decirnos, con la sonrisa estúpida de quien en el fondo se cree incapaz de pensar por sí mismo– un hombre que viene del gran mundo y que está en contacto con el poder real puede equivocarse? Y, de ahí en más, ponemos nuestras opiniones en sus manos y asumimos el papel de títeres para el que nos han entrenado. Una nota del diario español El Mundo habla del 'genio’ Alan Greenspan, de quien dice: “Fue el Oráculo de Delfos de la economía en las últimas décadas. Sus palabras revolucionaban las bolsas de medio mundo y sus pronósticos eran clarividentes. Fue presidente de la Reserva Federal de EE.UU. (FED) entre 1987 y 2006, y era llamado 'El Maestro’ por sentar cátedra en la materia. Sin embargo, la crisis del 2007 lo halla como acusado de haber alimentado las 'burbujas’ inmobiliaria y financiera con la política monetaria expansiva de la FED. Esta semana fue al Congreso gringo y dijo: 'Aparentemente, está apareciendo mucha amnesia’, delegando así la culpa en Washington y Wall Street. Su palabra está devaluada: tres años de predicciones fallidas y la sensación de que pudo evitar la amplitud de esta crisis han desgastado su autoridad”.

¿Son idiotas o se hacen? Si tres años de predicciones fallidas no desgastan tu autoridad es porque vives rodeado de tarados o sirvientes. Greenspan creía que esta crisis sería como la del 'lunes negro’ de 1987. Pero se equivocó. Esta ha sido la peor crisis mundial desde 1929. Entre mediados de 2008 y 2009, el Gobierno registró el periodo de contracción del PIB más amplio desde la Segunda Guerra Mundial. “No se cae en una recesión de manera gradual; se salta”, dijo Greenspan en enero de 2008. Según él, no estaba tan claro que EE.UU. sufriera una recesión porque la crisis podía deberse solamente a la “extrema incertidumbre existente” en los mercados.

Este hombre, que en 2005 afirmó, con sus circunloquios habituales, que “la regulación privada ha demostrado que es mucho más adecuada que la regulación gubernamental para constreñir la excesiva toma de riesgos”, fue más claro al admitir que su política de desregularización fue excesiva: los mercados “deberían estar mucho más regulados para impedir el peor tsunami financiero del último siglo. Quienes confiamos en el interés de las instituciones prestamistas en proteger el patrimonio del accionista –incluido yo– estamos atónitos y no podemos creerlo”, añadió, tras describir la crisis como un 'tsunami financiero’.

Todos nos equivocamos, pero no todos arrastramos a media humanidad en nuestras equivocaciones. Deberíamos pensar dos veces antes de seguir a un profeta, aunque hable en inglés y sea gringo.

Fuente: Diario Perú 21. Mié. 14 abr '10.