Thilo Sarrazín
Por: Manuel Rodríguez Cuadros Ex Canciller)
Muy pocos alemanes, aun los que a solas podrían haber soñado con una extrema derecha populista, inexistente en la democracia germana, habrían imaginado que en las dos últimas semanas el centro del debate político haya estado dominado por tesis que recuerdan el pasado del nazismo. “Alemania se disuelve: Cómo ponemos en juego nuestro país”, es el título de un pequeño libro escrito por Thilo Sarrazín cuya primera edición de 25,000 ejemplares se agotó casi con la misma velocidad que el escándalo nacional que suscitó por las ideas racistas y xenofóbicas que postula.
El pensamiento de este economista, nacido en 1945 en la localidad de Gera, militante del SPD, ex ministro de finanzas de la ciudad de Berlín y miembro del directorio del Bundesbank, ha sacudido las estructuras éticas, intelectuales y políticas de la sociedad y el Estado. No es para menos. Sarrazín ha soltado una bomba, más mediática que académica: Alemania correría el riesgo de disolverse como nación por los supuestos impactos negativos que la falta de integración de los inmigrantes musulmanes estaría provocando en la sociedad, la cultura y la demografía del país.
Actualizando las viejas tesis del determinismo biológico de origen darwiniano, Sarrazín sostiene que judíos y vascos comparten un gen que los torna irreductibles a la integración en otras sociedades. Una cosa similar sucedería con la cultura islámica. La débil o inexistente integración de cuatro millones de musulmanes a la sociedad alemana se explicaría por su carácter “naturalmente” contrario al acceso a la cultura del otro y a la Educación. “En toda Europa los inmigrantes musulmanes (turcos y árabes) se integran claramente peor que el resto de grupos” y “las razones para ello no son étnicas, sino que aparentemente se encuentran en la cultura del Islam”.
Para Sarrazín, los inmigrantes musulmanes no contribuyen en nada a la prosperidad de Alemania y sus altas tasas de fecundidad habrían traído como consecuencia la reducción del coeficiente intelectual colectivo de la población alemana. Además argumenta que muestran una predisposición a la holgazanería pues preferirían vivir de las prestaciones sociales antes que del trabajo. Su poco dominio del idioma estaría provocando una “disminución del nivel y calidad del aprendizaje en todo el sistema educativo alemán”.
En entrevistas concedidas a “Weltam Sonntag” y “Berliner Morgenpost”, refiriéndose implícitamente al pueblo judío, dijo que las peculiaridades culturales de un pueblo “no son una leyenda”, sino que determinan “la verdadera realidad de Europa”. El fondo de su tesis es simple: Alemania corre un riesgo de islamización y debe evitarse.
El neoracismo, arropado de diferencia cultural, de Sarrazín ha sido rechazado por la clase política alemana, educada desde la post guerra en una sólida cultura de respeto a los derechos humanos y los valores democráticos. La Canciller Angela Merkel condenó con énfasis las ideas de Sarrazín: “Los comentarios son totalmente inaceptables, también son excluyentes y desprestigian a grupos completos en la sociedad”. Lo propio hizo el presidente federal Christian Wulff. El Bundesbank lo ha expulsado de su directorio. Pero una encuesta del Instituto Emnid estableció que uno de cada cinco alemanes apoya sus ideas. ¿Surge con Sarrazín una extrema derecha alemana? Todo indica que no. Que será un caso aislado. Pero no hay que desdeñar la opinión de Ulrich Kober: “No somos tan diferentes de nuestros vecinos. La xenofobia y el potencial anti-musulmán están allí. Desde luego, no apostaría mi vida a que Alemania es una isla de cordura”.
Fuente: Diario La Primera (Perú). 16 de setiembre del 2010.
Por: Manuel Rodríguez Cuadros Ex Canciller)
Muy pocos alemanes, aun los que a solas podrían haber soñado con una extrema derecha populista, inexistente en la democracia germana, habrían imaginado que en las dos últimas semanas el centro del debate político haya estado dominado por tesis que recuerdan el pasado del nazismo. “Alemania se disuelve: Cómo ponemos en juego nuestro país”, es el título de un pequeño libro escrito por Thilo Sarrazín cuya primera edición de 25,000 ejemplares se agotó casi con la misma velocidad que el escándalo nacional que suscitó por las ideas racistas y xenofóbicas que postula.
El pensamiento de este economista, nacido en 1945 en la localidad de Gera, militante del SPD, ex ministro de finanzas de la ciudad de Berlín y miembro del directorio del Bundesbank, ha sacudido las estructuras éticas, intelectuales y políticas de la sociedad y el Estado. No es para menos. Sarrazín ha soltado una bomba, más mediática que académica: Alemania correría el riesgo de disolverse como nación por los supuestos impactos negativos que la falta de integración de los inmigrantes musulmanes estaría provocando en la sociedad, la cultura y la demografía del país.
Actualizando las viejas tesis del determinismo biológico de origen darwiniano, Sarrazín sostiene que judíos y vascos comparten un gen que los torna irreductibles a la integración en otras sociedades. Una cosa similar sucedería con la cultura islámica. La débil o inexistente integración de cuatro millones de musulmanes a la sociedad alemana se explicaría por su carácter “naturalmente” contrario al acceso a la cultura del otro y a la Educación. “En toda Europa los inmigrantes musulmanes (turcos y árabes) se integran claramente peor que el resto de grupos” y “las razones para ello no son étnicas, sino que aparentemente se encuentran en la cultura del Islam”.
Para Sarrazín, los inmigrantes musulmanes no contribuyen en nada a la prosperidad de Alemania y sus altas tasas de fecundidad habrían traído como consecuencia la reducción del coeficiente intelectual colectivo de la población alemana. Además argumenta que muestran una predisposición a la holgazanería pues preferirían vivir de las prestaciones sociales antes que del trabajo. Su poco dominio del idioma estaría provocando una “disminución del nivel y calidad del aprendizaje en todo el sistema educativo alemán”.
En entrevistas concedidas a “Weltam Sonntag” y “Berliner Morgenpost”, refiriéndose implícitamente al pueblo judío, dijo que las peculiaridades culturales de un pueblo “no son una leyenda”, sino que determinan “la verdadera realidad de Europa”. El fondo de su tesis es simple: Alemania corre un riesgo de islamización y debe evitarse.
El neoracismo, arropado de diferencia cultural, de Sarrazín ha sido rechazado por la clase política alemana, educada desde la post guerra en una sólida cultura de respeto a los derechos humanos y los valores democráticos. La Canciller Angela Merkel condenó con énfasis las ideas de Sarrazín: “Los comentarios son totalmente inaceptables, también son excluyentes y desprestigian a grupos completos en la sociedad”. Lo propio hizo el presidente federal Christian Wulff. El Bundesbank lo ha expulsado de su directorio. Pero una encuesta del Instituto Emnid estableció que uno de cada cinco alemanes apoya sus ideas. ¿Surge con Sarrazín una extrema derecha alemana? Todo indica que no. Que será un caso aislado. Pero no hay que desdeñar la opinión de Ulrich Kober: “No somos tan diferentes de nuestros vecinos. La xenofobia y el potencial anti-musulmán están allí. Desde luego, no apostaría mi vida a que Alemania es una isla de cordura”.
Fuente: Diario La Primera (Perú). 16 de setiembre del 2010.