Políticamente correcto
Por: César Hildebrandt (Periodista)
Lo políticamente correcto es una combinación de instinto de supervivencia, seguidismo intelectual, emulación mal entendida, izquierdismo pavloviano, tendencia a la manada, hipocresía limeña, apego a los dogmas del populismo en todas sus variantes, paternalismo disfrazado de indulgencia, inercia setentera y oenegismo con casa matriz en Holanda y cuenta en un banco panameño.
Lo políticamente correcto, por ejemplo, es decir que Hilaria Supa es una estupenda presidenta de la Comisión de Educación y que todos los que han objetado ese nombramiento son una sarta de fascistas o fujimoristas.
Pero no nos dejemos avasallar por los propietarios de lo "políticamente correcto".
Para mí, que nada tengo de fascista ni de fujimorista, el nombramiento de la señora Hilaria Supa en la cima de la Comisión de Educación equivale a decir que Mirko Lauer ha sido nombrado presidente de AIDESEP. O que PPK encabeza la organización Francisco Congo. O que Susana Villarán es directora del Instituto Peruano de Energía Nuclear.
Porque la señora Supa es una muy respetable quechuahablante y una respetabilísima y pública chacchadora de coca, heredera de los dueños originales de estas comarcas, tatatatataranieta de Guamán Poma y locuaz en esa lengua que, para nuestra vergüenza, los limeños no conocemos pero que debimos aprender. Todos esos méritos, no obstante, no alcanzan para que el destino de la Comisión de Educación le sea obsequiado por el señor Humala.
Porque resulta que el artículo 48 de la constitución vigente dice a la letra: "Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley".
Hasta donde sabemos, las pocas cosas buenas y las muchas estupideces que se dicen en el Congreso se dicen en castellano porque en ese recinto "no predomina" la lengua franca del Tahuantinsuyo.
De modo que en el Congreso, por más que Werner Cabrera se esmere, la lengua oficial es el castellano. Y la señora Supa, por razones ajenas a su voluntad y que tienen que ver con la viejísima discriminación que los quechuahablantes han padecido, ni habla ni escribe el castellano con un mínimo de competencia. Eso, por supuesto, debería avergonzar sólo a aquellos que han permitido que señoras como Hilaria Supa sufran el destierro lingüístico y la brutal exclusión social que eso supone.
Pero nombrarla presidenta de la Comisión de Educación es una manera equivocada, perversa y hasta irónica de entender la inclusión. Porque las propuestas y documentos que salgan de esa comisión se redactarán en el idioma que la señora Supa habla con dificultad y escribe con sufrimiento. Porque la educación peruana está en una severa crisis y lo que se espera de dicha comisión son propuestas especializadas y medidas urgentes que eleven el nivel de los profesores, actualicen los programas de enseñanza, modernicen la infraestructura y contribuyan a crear una masa crítica de formación humanista. Y porque, además, el Perú no se hace más igualitario con la señora Supa presidiendo la Comisión de Educación. Se hará más igualitario evitando que los hijos y los nietos de la señora Supa padezcan lo que ella ha tenido que padecer.
Hay, sin embargo, una progresía huachafa que gusta de la lástima y la condescendencia. Esa es la tribu que ha estallado en aplausos con el nombramiento de la señora Supa. Son los mismos que, en muchos casos, tienen personal de servicio mal pagado y peor tratado venido de las tierras donde el quechua es predominante. Son los mismos que tienen a sus hijos en colegios donde el inglés (o el francés) son las lenguas de enseñanza. Son los mismos hipócritas que jamás se sintieron prójimos sino "padres tutelares" de las comunidades serranas. Son los mismos a quienes les importa un pepino que la educación pública se siga degradando porque ni ellos ni sus hijos la han necesitado.
Nombrar a la señora Supa en el cargo que hoy ostenta es una manera sibilina de no honrar la memoria de Garcilaso de la Vega, cuyo esfuerzo le permitió ser quechuahablante originario y prodigioso escritor en castellano. Es una manera de recordar mal a José María Arguedas, quechuahablante ancestral y maravilloso escritor en castellano. Y es un insulto a Kilku Waraka, seudónimo del poeta cusqueño Andrés Alencastre, que, con dominio pleno del castellano, decidió, orgullosamente, escribir casi toda su obra en quechua.
Nivelar hacia abajo es una vieja utopía invertida de mediocres y resentidos. Y la verdad es que lo que se suele llamar "políticamente correcto" resulta muchas veces vomitivo.
Fuente: Semanario "Hildebrandt en sus trece". 20 de agosto de 2010.
Recomendado:
Hilaria Supa en Educación. Leon Trahtemberg.
Por: César Hildebrandt (Periodista)
Lo políticamente correcto es una combinación de instinto de supervivencia, seguidismo intelectual, emulación mal entendida, izquierdismo pavloviano, tendencia a la manada, hipocresía limeña, apego a los dogmas del populismo en todas sus variantes, paternalismo disfrazado de indulgencia, inercia setentera y oenegismo con casa matriz en Holanda y cuenta en un banco panameño.
Lo políticamente correcto, por ejemplo, es decir que Hilaria Supa es una estupenda presidenta de la Comisión de Educación y que todos los que han objetado ese nombramiento son una sarta de fascistas o fujimoristas.
Pero no nos dejemos avasallar por los propietarios de lo "políticamente correcto".
Para mí, que nada tengo de fascista ni de fujimorista, el nombramiento de la señora Hilaria Supa en la cima de la Comisión de Educación equivale a decir que Mirko Lauer ha sido nombrado presidente de AIDESEP. O que PPK encabeza la organización Francisco Congo. O que Susana Villarán es directora del Instituto Peruano de Energía Nuclear.
Porque la señora Supa es una muy respetable quechuahablante y una respetabilísima y pública chacchadora de coca, heredera de los dueños originales de estas comarcas, tatatatataranieta de Guamán Poma y locuaz en esa lengua que, para nuestra vergüenza, los limeños no conocemos pero que debimos aprender. Todos esos méritos, no obstante, no alcanzan para que el destino de la Comisión de Educación le sea obsequiado por el señor Humala.
Porque resulta que el artículo 48 de la constitución vigente dice a la letra: "Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley".
Hasta donde sabemos, las pocas cosas buenas y las muchas estupideces que se dicen en el Congreso se dicen en castellano porque en ese recinto "no predomina" la lengua franca del Tahuantinsuyo.
De modo que en el Congreso, por más que Werner Cabrera se esmere, la lengua oficial es el castellano. Y la señora Supa, por razones ajenas a su voluntad y que tienen que ver con la viejísima discriminación que los quechuahablantes han padecido, ni habla ni escribe el castellano con un mínimo de competencia. Eso, por supuesto, debería avergonzar sólo a aquellos que han permitido que señoras como Hilaria Supa sufran el destierro lingüístico y la brutal exclusión social que eso supone.
Pero nombrarla presidenta de la Comisión de Educación es una manera equivocada, perversa y hasta irónica de entender la inclusión. Porque las propuestas y documentos que salgan de esa comisión se redactarán en el idioma que la señora Supa habla con dificultad y escribe con sufrimiento. Porque la educación peruana está en una severa crisis y lo que se espera de dicha comisión son propuestas especializadas y medidas urgentes que eleven el nivel de los profesores, actualicen los programas de enseñanza, modernicen la infraestructura y contribuyan a crear una masa crítica de formación humanista. Y porque, además, el Perú no se hace más igualitario con la señora Supa presidiendo la Comisión de Educación. Se hará más igualitario evitando que los hijos y los nietos de la señora Supa padezcan lo que ella ha tenido que padecer.
Hay, sin embargo, una progresía huachafa que gusta de la lástima y la condescendencia. Esa es la tribu que ha estallado en aplausos con el nombramiento de la señora Supa. Son los mismos que, en muchos casos, tienen personal de servicio mal pagado y peor tratado venido de las tierras donde el quechua es predominante. Son los mismos que tienen a sus hijos en colegios donde el inglés (o el francés) son las lenguas de enseñanza. Son los mismos hipócritas que jamás se sintieron prójimos sino "padres tutelares" de las comunidades serranas. Son los mismos a quienes les importa un pepino que la educación pública se siga degradando porque ni ellos ni sus hijos la han necesitado.
Nombrar a la señora Supa en el cargo que hoy ostenta es una manera sibilina de no honrar la memoria de Garcilaso de la Vega, cuyo esfuerzo le permitió ser quechuahablante originario y prodigioso escritor en castellano. Es una manera de recordar mal a José María Arguedas, quechuahablante ancestral y maravilloso escritor en castellano. Y es un insulto a Kilku Waraka, seudónimo del poeta cusqueño Andrés Alencastre, que, con dominio pleno del castellano, decidió, orgullosamente, escribir casi toda su obra en quechua.
Nivelar hacia abajo es una vieja utopía invertida de mediocres y resentidos. Y la verdad es que lo que se suele llamar "políticamente correcto" resulta muchas veces vomitivo.
Fuente: Semanario "Hildebrandt en sus trece". 20 de agosto de 2010.
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Hilaria Supa en Educación. Leon Trahtemberg.