sábado, 27 de noviembre de 2010

De las teorías de Keynes al monetarismo de Von Hayek. Liberalismo falso de medicamento único y obligatorio.

Opio del pueblo

Por: Manuel Rivas

Las teorías de Keynes, que inspiraron el New Deal del presidente Roosevelt (el tío Franklin), ayudaron a salir de la Gran Depresión que siguió al crack de 1929 y a poner en Occidente los cimientos de la sociedad del bienestar, el mayor esfuerzo igualitario en un marco de libertad. Conviene no olvidar que al tío Franklin le llamaron de todo, como a Obama, incluido "cerdo comunista". En realidad, el Tea Party es muy antiguo: la "hiel sempiterna", que diría Luis Cernuda.

Y al tío Keynes tampoco pararon de darle la vara los fanáticos del money o monetaristas, empezando por el pelma de Von Hayek. En su día, Keynes tuvo que recordarles que en el planeta Tierra existía una curiosa especie, la humana, capaz de ser solidaria y de controlar los instintos depredadores. El keynesianismo es sinónimo de prosperidad y humanismo. Por el contrario, cada vez que se han aplicado literalmente las teorías de Von Hayek lo que ha quedado detrás es una estela de destrozos, desigualdad social e inseguridad. Véase el mea culpa de los ex jefes del FMI que, con sus cómplices interiores, hundieron a Argentina en 2001.

Lo asombroso es que los depredadores vuelven a las andadas, esta vez para arrasar a Europa. Son muy ingenuos los que piensan que la caza se limitará a la periferia. Si cae España, irán a por Francia... De Keynes ya solo se habla para recordar una frase: "A largo plazo todos estaremos muertos". En este totalitarismo transgénico, se busca que no haya lugar para la semilla solidaria ni una oportunidad más para el polen de un socialismo democrático. Curioso liberalismo este de medicamento único y obligatorio, donde ya nadie se atreve a hablar de mayor fiscalidad e inversión pública. Sí, este capitalismo fúnebre se ha cargado al viejo Keynes, pero nos queda el fútbol, tíos. ¡Me voy a poner morado de opio del pueblo!

Fuente: Diario El País (España). 27/11/2010.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Tea Party: intolerancia, racismo, lucha contra el aborto y rechazo al matrimonio gay.

Té solo para ellos
.
Por: Guillermo Giacosa (Periodista)

El Tea Party es el sector del partido Republicano que lideró la última victoria legislativa de dicho partido. Reúne, como es sabido, a la ultraderecha de EE.UU.

Tiene un grupo de ideólogos denominado Liberty Central (LC) que promueve la intolerancia, el racismo y la lucha contra el aborto y el matrimonio gay. Lo dirige Ginni Thomas, esposa de un juez de la Corte Suprema, y reúne a 54 'agrupaciones amigas’ como la ultracatólica Tradición Familia y Propiedad (TFP) que reproduce el pensamiento de la que en 1960 se fundara en Brasil, y que estaba en contra de “la Revolución Francesa, el protestantismo, el catolicismo liberal, el marxismo” y opinaba que la Inquisición española era “la página más bella de la historia de la Iglesia” porque, mientras duró, la Iglesia Católica “se expurgó de herejes a sí misma”.

La TFP estadounidense no se queda atrás: en su lista de amigos figuran Propietarios de Armas de EE.UU. –organismo que cree en que cada ciudadano debe estar armado –, Proyecto de Soberanía de Missouri –que impulsa la insurrección armada para derribar al gobierno– y 52 adictos más.

La TFP brasileña, como narré en otra nota, invadió los periódicos de su país cuando Mitterrand ganó las elecciones en Francia. Anunciaba el Apocalipsis, la disolución de la familia, la entrega de los niños al Estado y otras tonterías que la realidad desmintió. Como son fanáticos mono-neuronales no aprenden y vuelven a la carga contra todo aquello que modifique no ya la sociedad en la que viven, sino el estatus que ellos disfrutan en dicha sociedad. Son racistas, clasistas y esclavos de prejuicios e interpretaciones medievales de la realidad.

Otra joya de este grupo es su relación con la Fundación Internacional por la Libertad (IFF), creada en tiempos de Reagan para sostener el régimen sudafricano basado en el apartheid.

El éxito del Tea Party se sustenta en el apoyo financiero que le brindan dos multimillonarios: el petrolero David Koch y Rupert Murdoch (dueño de Fox, Sky y medios de prensa escrita como The Wall Street Journal, The Sun, Times, etc.).

Vale decir que la inacción del presidente Obama ha servido para precipitar esta oleada de ultraderechistas que ningún liberal de buena estirpe y nadie que crea que los seres humanos nacemos libres e iguales, puede tolerar. Derecha e izquierda tienen sus fanáticos. Personas con ideas que se han quedado petrificadas en el tiempo. Ambos, por no acompañar los cambios que la tecnología ha impuesto y por ser incapaces de leer sin prejuicios todo lo que la ciencia nos enseña, son ajenos al diálogo, al descubrimiento del otro y, por sobre todo, son analfabetos en el difícil arte de comprender el dinamismo del que se alimentan todos los fenómenos que nos conciernen. Salvo las ideas de estos fósiles, nada permanece estático. Nadie es exactamente al día siguiente la persona que fue el día anterior.

Fuente: Diario Perú 21. Jue. 25 nov '10.
.
Recomendado:
.

sábado, 13 de noviembre de 2010

La Izquierda y la Derecha frente a la distribución de beneficios de la explotación de los grandes recursos.

Izquierda y derecha: discursos y proporciones de soberanía

Por: Rodrigo Montoya Rojas (Antropólogo)

Retomo en esta columna la cuestión de lo que sería de izquierda y lo que sería de derecha, para entendernos bien y no perdernos en la ambigüedad y en juegos de hipocresías. Uno de los temas fundamentales para el futuro del país es definir la distribución de beneficios de la explotación de los grandes recursos como el petróleo, el gas, el oro y otros minerales, los bosques, y los saberes originarios de nuestro suelo.

Una cuestión previa clave es desenmascarar a la derecha que repite todas las tardes: “la izquierda quiere que no haya inversión extranjera en el país y que no se exploten los recursos nacionales”. Esa es simplemente una mentira muy grande. El problema de fondo es quién se lleva la mayor parte de la torta y por qué. Cuando Evo Morales ganó las elecciones en Bolivia aceptó el encargo que le dieron sus votantes, particularmente en El Alto, de nacionalizar el petróleo y el gas. Evo creía que la proporción justa en el reparto entre el Estado y las empresas multinacionales debería ser 50 y 50%. (Tal vez los apristas recuerden aún que Haya hablaba de la misma proporción pero en inglés, “fifty fifty”). Los electores dijeron no y le dieron la orden para que Evo mande obedeciendo e invierta la proporción hasta ese momento existente: el Estado recibiría el 82% que las empresas se llevaban y éstas recibirían sólo el 18% que antes correspondía al Estado. La derecha peruana anunció que con esa política las empresas se irían de Bolivia y el país quedaría en el desastre. Las empresas no se fueron, siguen ganando y la economía Boliviana goza desde entonces de mejor salud que antes.

Si queremos un gobierno de izquierda, quien pretenda dirigirlo debe prometer dos cosas fundamentales: renegociar los contratos y cambiar las proporciones de distribución de las ganancias: 80% para el estado peruano y 20 para las empresas multinacionales. La proporción es justa y el viejo “fifty fifty” no tiene sentido. Si tomamos en cuenta la doble contabilidad de las empresas, hoy día ocurre probablemente lo inverso y por eso el gobierno de García es de derecha pura y dura. El ejemplo de la escandalosa ganancia de las empresas mineras es un ejemplo cabal. Un cambio en las proporciones no produciría terremoto alguno, disminuiría la ganancia de las empresas y el Estado tendría más recursos para programas sociales en serio y sin corrupción.

Para que una nueva distribución de beneficios sea posible sería importante que el país recupere parte de su dignidad perdida anulando el artículo 63 de la Constitución vigente que le da al capital extranjero el mismo tratamiento que al capital nacional, cambiando los contratos con las empresas multinacionales y dejando sin efecto los blindajes impuestos por el consenso de Washington y la servidumbre de Fujimori y sus aliados.

Si estamos de lado de la proporción 80-20 en beneficio del Estado, nuestra propuesta sería de izquierda. Si aceptamos la proporción actual de 80-20 en beneficio de las empresas, la propuesta es de derecha. Si se habla de soberanía en el aire sin precisar proporciones, cuidado: el discurso puede parecer de izquierda, pero sólo eso.

Fuente: Diario La Primera (Perú). 13 de noviembre del 2010.